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Entonces comprendió que la escuela como institución, la instrucción pública, no
interpretaba la realidad regional del país, en un vigoroso y federalista intento de
superar sus limitaciones, sino que —contrariamente— respondía a un centralismo
ideológico perverso y contumaz. (Natalio Schmucler, “Cae la nieve”)
[…] la universalidad de la cultura es un atributo de la existencia humana. […] Por
otra parte, es igualmente susceptible de prueba objetiva que jamás dos culturas
son iguales. […] Los “universales” de la cultura, podemos decir, proporcionan el
cañamazo en el cual se dibujan las particulares experiencias de un pueblo en las
formas particulares adoptadas por su cuerpo de costumbres. (Melville Herskovitz
(*1))
Ya hemos argumentado antes aquí que en realidad cada cultura
particular debe medirse, por así decirlo, con su propia vara, y hemos
discutido en este sentido diversos aspectos del llamado relativismo
cultural —esto es, el hecho de que “[l]os juicios están basados en la
experiencia, y la experiencia es interpretada por cada individuo a
base de su propia endoculturación”— (*2) . Hemos también
mencionado los problemas acarreados por una perspectiva
etnocentrista —es decir, el hecho de “considerar explícita o
implícitamente a una cultura o a un área cultural […] como el
parámetro general a partir del cual se valoran a las otras culturas”, y
por consiguiente sostener un desmedro del “otro” cultural,
desconociéndolo o encubriéndolo, o negándolo, y así despreciando las
prácticas culturales ajenas a la propia cultura—, y volveremos sobre
estas problemáticas más adelante (*3) . Si, de todas las posiciones y
variaciones posibles del concepto de “cultura”, tomamos una como
ésta planteada por Herskovitz:
[La cultura, p]or su naturaleza se reduce a ser una suma de la
conducta y de los habituales modos de pensar de las personas que
en un tiempo y un lugar determinado constituyen una sociedad
particular. ( *4)
vemos claramente que las prácticas culturales de un grupo o sociedad
dados definitivamente no pueden entenderse (mucho menos
evaluarse de manera valorativa) desde el sistema simbólico de otro
grupo o sociedad. En efecto, una noción de “cultura” como la de
Herskovitz a la que aludimos recién —y esto por citar tan sólo una de
las muchas definiciones de cultura que toman en cuenta el aspecto de
lo que podríamos denominar en este sentido especificidad cultural—
se circunscribe inteligentemente a los límites que plantea una
determinación histórica puntual (“[…] en un tiempo y lugar