Antropología Cultural y Social Antropología_Cultural_y_Social | Page 37
agregar este punto allí: el humano es, al decir de Geertz, “el animal que más depende de
esos mecanismos de control extragenéticos”.
(*5) Geertz, op.cit., pp.51-52.
(*6) Los “símbolos significativos” pueden definirse en esta concepción de Mead como “en su
mayor parte palabras, pero también gestos, ademanes, dibujos, sonidos musicales, artificios
mecánicos como relojes, u objetos naturales como joyas”, lo que podría ser “cualquier cosa,
en verdad, que esté desembarazada de su mera actualidad y sea usada para imponer
significación a la experiencia” (según se explica en: Geertz, op.cit., p.52).
(*7) Geertz, op.cit., p.52.
(*8) Ibíd., p.55. Esto es así, y en efecto necesitamos de estos sistemas de símbolos
significativos para la interpretación de la realidad y para la guía de nuestra conducta, ya que
—argumenta Geertz— “nuestro sistema nervioso central se desarrolló”, en la evolución de
nuestra especie, “en gran parte en interacción con la cultura”. Y sigue, diciendo:
“A fin de adquirir la información adicional necesaria para que pudiéramos
obrar, nos vimos obligados a valernos cada vez más de fuentes culturales,
del acumulado caudal de símbolos significativos. De manera que esos
símbolos son no meras expresiones o instrumentos o elementos correlativos
de nuestra existencia biológica, psicológica y social, sino que son requisitos
previos de ella. Sin hombres no hay cultura, por cierto, pero igualmente —y
esto es más significativo— sin cultura no hay hombres.
En suma, somos animales incompletos o inconclusos que nos completamos
o terminamos por obra de la cultura, y no por obra de la cultura en general,
sino por formas en alto grado particulares de ella: la forma dobuana y la
forma javanesa, la forma hopi y la forma italiana, la forma de las clases
superiores y la de las clases inferiores, la forma académica y la comercial.
La gran capacidad de aprender que tiene el hombre, su plasticidad, se ha
señalado con frecuencia; pero lo que es aun más importante es el hecho de
que dependa de manera extrema de cierta clase de aprendizaje: la
adquisición de conceptos, la aprehensión y aplicación de sistemas
específicos de significación simbólica”. (Ibíd., p.55)
(*9) La bellísima cita completa de Geertz —que, a propósito, es la que utilizamos antes
como epígrafe de nuestro ensayo— reza:
"El hombre necesita tanto de esas fuentes simbólicas de iluminación para
orientarse en el mundo, porque la clase de fuentes no simbólicas que están
constitucionalmente insertas en su cuerpo proyectan una luz muy difusa".
(Ibíd., p.52)
(*10) Herskovitz, Melville, “El problema del relativismo cultural”; cap. 5 en: El hombre y sus
obras. La ciencia de la Antropología Cultural. FCE, México, 1952/1968. p.77.
(*11) Herskovitz, op.cit., p.78. El autor va más allá, y señala cómo es que
[i]ncluso los hechos del mundo físico son discernidos a través de la pantalla
endocultural, de modo que la percepción del tiempo, la distancia, el peso, el
tamaño y otras “realidades” están “mediadas” por los convencionalismos de
un determinado grupo.