Antología literaria medieval - Tierra 1 | Page 3

JUEVES 22.12.2016

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TEXTOS PROPUESTOS POR LOS ALUMNOS:

PISTA 1: Serranilla IV, en la que un caballero narra en primera persona su encuentro con una pastora o serrana a la que intenta conquistar.

Mozuela de Bores,

allá do la Lama,

pusom’en amores.

Cuidé qu’olvidado

amor me tenía,

como quien s’havía

grand tiempo dexado

de tales dolores

que más que la llama

queman amadores.

Mas vi la fermosa

de buen continente,

la cara placiente,

fresca como rosa,

de tales colores

cual nunca vi dama,

nin otra, señores.

Por lo cual:«Señora»

le dixe, «en verdad

la vuestra beldad

saldrá desd’agora

dentr, estos alcores ,

pues meresce fama

de grandes loores ».

Dixo:«Cavallero,

tiradvos afuera:

dexad la vaquera

passar al otero;

ca dos labradores

me piden de Frama ,

entrambos pastores».

«Señora, pastor

seré si queredes:

mandarme podedes,

como á servidor;

mayores dulçores

será á mí la brama

que oyr ruyseñores.»

Asy concluymos

el nuestro proçesso

sin facer exçesso

é nos avenimos.

É fueron las flores

de cabe Espinama

los encobridores.

PISTA 2: Discusión de Calisto y Sempronio

CALISTO.- ¡Sempronio, Sempronio, Sempronio! ¿Dónde está este maldito?

SEMPRONIO.- Aquí soy, señor, curando destos cauallos.

CALISTO.- Pues, ¿cómo sales de la sala?

SEMPRONIO.- Abatiose el girifalte e vínele a endereçar en el alcándara.

CALISTO.- ¡Assí los diablos te ganen! ¡Assí por infortunio arrebatado perezcas o perpetuo intollerable tormento consigas, el qual en grado incomparablemente a la penosa e desastrada muerte, que espero, traspassa. ¡Anda, anda, maluado! Abre la cámara e endereça la cama.

SEMPRONIO.- Señor, luego hecho es.

CALISTO.- Cierra la ventana e dexa la tiniebla acompañar al triste y al desdichado la ceguedad. Mis pensamientos tristes no son dignos de luz. ¡O bienauenturada muerte aquella, que desseada a los afligidos viene! ¡O si viniéssedes agora, Hipócrates e Galeno, médicos, ¿sentiríades mi mal? ¡O piedad de silencio, inspira en el Plebérico coraçón, porque sin esperança de salud no embíe el espíritu perdido con el desastrado Píramo e de la desdichada Tisbe!

SEMPRONIO.- ¿Qué cosa es?

CALISTO.- ¡Vete de ay! No me fables; sino, quiçá ante del tiempo de mi rabiosa muerte, mis manos causarán tu arrebatado fin.

SEMPRONIO.- Yré, pues solo quieres padecer tu mal.

CALISTO.- ¡Ve con el diablo!

SEMPRONIO.- No creo, según pienso, yr comigo el que contigo queda. ¡O desuentura! ¡O súbito mal! ¿Quál fue tan contrario acontescimiento, que assí tan presto robó el alegría deste hombre e, lo que peor es, junto con ella el seso? ¿Dexarle he solo o entraré alla? Si le dexo, matarse ha; si entro alla, matarme ha. Quédese; no me curo. Más vale que muera aquel, a quien es enojosa la vida, que no yo, que huelgo con ella. Avnque por al no desseasse viuir, sino por ver mi Elicia, me deuría guardar de peligros. Pero, si se mata sin otro testigo, yo quedo obligado a dar cuenta de su vida. Quiero entrar. Mas, puesto que entre, no quiere consolación ni consejo. Asaz es señal mortal no querer sanar. Con todo, quiérole dexar vn poco desbraue, madure: que oydo he dezir que es peligro abrir o apremiar las postemas duras, porque mas se enconan. Esté vn poco. Dexemos llorar al que dolor tiene. Que las lágrimas e sospiros mucho desenconan el coraçón dolorido. E avn, si delante me tiene, más comigo se encenderá. Que el sol más arde donde puede reuerberar. La vista, a quien objeto no se antepone, cansa. E quando aquel es cerca, agúzase. Por esso quiérome sofrir vn poco. Si entretanto se matare, muera. Quiçá con algo me quedaré que otro no lo sabe, con que mude el pelo malo. Avnque malo es esperar salud en muerte agena. E quiçá me engaña el diablo. E si muere, matarme han e yrán allá la soga e el calderón. Por otra parte dizen los sabios que es grande descanso a los affligidos tener con quien puedan sus cuytas llorar e que la llaga interior más empece. Pues en estos estremos, en que estoy perplexo, lo más sano es entrar e sofrirle e consolarle. Porque, si possible es sanar sin arte ni aparejo, mas ligero es guarescer por arte e por cura.

CALISTO.- Sempronio.

SEMPRONIO.- Señor.

CALISTO.- Dame acá el laúd.

SEMPRONIO.- Señor, vesle aquí.

CALISTO.- ¿Qual dolor puede ser tal que se yguale con mi mal?

SEMPRONIO.- Destemplado está esse laúd.

CALISTO.- ¿Cómo templará el destemplado? ¿Cómo sentirá el armonía aquel, que consigo está tan discorde? ¿Aquel en quien la voluntad a la razón no obedece? ¿Quien tiene dentro del pecho aguijones, paz, guerra, tregua, amor, enemistad, injurias, pecados, sospechas, todo a vna causa? Pero tañe e canta la más triste canción, que sepas.

SEMPRONIO.-Mira Nero de Tarpeya a Roma cómo se ardía: gritos dan niños e viejos e el de nada se dolía.

CALISTO.- Mayor es mi fuego e menor la piedad de quien agora digo.

SEMPRONIO.- No me engaño yo, que loco está este mi amo.

CALISTO.- ¿Qué estás murmurando, Sempronio?

SEMPRONIO.- No digo nada.

CALISTO.- Di lo que dizes, no temas.

SEMPRONIO.- Digo que ¿cómo puede ser mayor el fuego, que atormenta vn viuo, que el que quemó tal cibdad e tanta multitud de gente?

CALISTO.- ¿Cómo? Yo te lo diré. Mayor es la llama que dura ochenta años, que la que en vn día passa, y mayor la que mata vn ánima, que la que quema cient mill cuerpos. Como de la aparencia a la existencia, como de lo viuo a lo pintado, como de la sombra a lo real, tanta diferencia ay del fuego, que dizes, al que me quema. Por cierto, si el del purgatorio es tal, mas querría que mi spíritu fuesse con los de los brutos animales, que por medio de aquel yr a la gloria de los sanctos.

SEMPRONIO.- ¡Algo es lo que digo! ¡A más ha de yr este hecho! No basta loco, sino ereje.

CALISTO.- ¿No te digo que fables alto, quando fablares? ¿Qué dizes?

SEMPRONIO.- Digo que nunca Dios quiera tal; que es especie de heregía lo que agora dixiste.

CALISTO.- ¿Por qué?

SEMPRONIO.- Porque lo que dizes contradize la cristiana religión.

CALISTO.- ¿Qué a mí?

SEMPRONIO.- ¿Tú no eres cristiano?

CALISTO.- ¿Yo? Melibeo so e a Melibea adoro e en Melibea creo e a Melibea amo.

SEMPRONIO.- Tú te lo dirás. Como Melibea es grande, no cabe en el coraçón de mi amo, que por la boca le sale a borbollones. No es más menester. Bien sé de qué pie coxqueas.

Yo te sanaré.

CALISTO.- Increyble cosa prometes.

SEMPRONIO.- Antes fácil. Que el comienço de la salud es conoscer hombre la dolencia del enfermo.

CALISTO.- ¿Quál consejo puede regir lo que en sí no tiene orden ni consejo?

SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ha!, ¡ha! ¿Esto es el fuego de Calisto? ¿Estas son sus congoxas? ¡Como si solamente el amor contra él asestara sus tiros! ¡O soberano Dios, quán altos son tus misterios! ¡Quánta premia pusiste en el amor, que es necessaria turbación en el amante! Su límite posiste por marauilla. Paresce al amante que atrás queda. Todos passan, todos rompen, pungidos e esgarrochados como ligeros toros. Sin freno saltan por las barreras. Mandaste al hombre por la muger dexar el padre e la madre; agora no solo aquello, mas a ti e a tu ley desamparan, como agora Calisto. Del qual no me marauillo, pues los sabios, los santos, los profetas por él te oluidaron.

CALISTO.- Sempronio.

SEMPRONIO.- Señor.

CALISTO.- No me dexes.

SEMPRONIO.- De otro temple está esta gayta.

CALISTO.- ¿Qué te paresce de mi mal?

SEMPRONIO.- Que amas a Melibea.

CALISTO.- ¿E no otra cosa?

SEMPRONIO.- Harto mal es tener la voluntad en vn solo lugar catiua.

CALISTO.- Poco sabes de firmeza.

SEMPRONIO.- La perseuerancia en el mal no es constancia; mas dureza o pertinacia la llaman en mi tierra. Vosotros los filósofos de Cupido llamalda como quisiérdes.

CALISTO.- Torpe cosa es mentir el que enseña a otro, pues que tú te precias de loar a tu amiga Elicia.

SEMPRONIO.- Haz tú lo que bien digo e no lo que mal hago.

CALISTO.- ¿Qué me reprobas?

SEMPRONIO.- Que sometes la dignidad del hombre a la imperfección de la flaca muger. CALISTO.- ¿Muger? ¡O grossero! ¡Dios, Dios!

SEMPRONIO.- ¿E assí lo crees? ¿O burlas? CALISTO.- ¿Que burlo? Por Dios la creo, por Dios la confiesso e no creo que ay otro soberano en el cielo; avnque entre nosotros mora.

SEMPRONIO.- ¡Ha!, ¡ah!, ¡ah! ¿Oystes qué blasfemia? ¿Vistes qué ceguedad?

CALISTO.- ¿De qué te ríes?

SEMPRONIO.- Ríome, que no pensaua que hauía peor inuención de pecado que en Sodoma.

CALISTO.- ¿Cómo?

SEMPRONIO.- Porque aquellos procuraron abominable vso con los ángeles no conocidos e tú con el que confiessas ser Dios.

CALISTO.- ¡Maldito seas!, que fecho me has reyr, lo que no pensé ogaño.

SEMPRONIO.- ¿Pues qué?, ¿toda tu vida auías de llorar?

CALISTO.- Sí.

SEMPRONIO.- ¿Por qué?

CALISTO.- Porque amo a aquella, ante quien tan indigno me hallo, que no la espero alcançar. SEMPRONIO.- ¡O pusilánimo! ¡O fideputa! ¡Qué Nembrot, qué magno Alexandre, los quales no solo del señorío del mundo, mas del cielo se juzgaron ser dignos!

CALISTO.- No te oy bien esso que dixiste. Torna, dilo, no procedas.

SEMPRONIO.- Dixe que tú, que tienes mas coraçón que Nembrot ni Alexandre, desesperas de alcançar vna muger, muchas de las quales en grandes estados constituydas se sometieron a los pechos e resollos de viles azemileros e otras a brutos animales. ¿No has leydo de Pasife con el toro, de Minerua con el can?

CALISTO.- No lo creo; hablillas son.

SEMPRONIO.- Lo de tu abuela con el ximio, ¿hablilla fue? Testigo es el cuchillo de tu abuelo. CALISTO.- ¡Maldito sea este necio! ¡E qué porradas dize!

SEMPRONIO.- ¿Escociote? Lee los ystoriales, estudia los filósofos, mira los poetas. Llenos están los libros de sus viles e malos exemplos e de las caydas que leuaron los que en algo, como tú, las reputaron. Oye a Salomón do dize que las mugeres e el vino hazen a los hombres renegar. Conséjate con Séneca e verás en qué las tiene. Escucha al Aristóteles, mira a Bernardo. Gentiles, judíos, cristianos e moros, todos en esta concordia están. Pero lo dicho e lo que dellas dixere no te contezca error de tomarlo en común. Que muchas houo e ay sanctas e virtuosas e notables, cuya resplandesciente corona quita el general vituperio. Pero destas otras, ¿quién te contaría sus mentiras, sus tráfagos, sus cambios, su liuiandad, sus lagrimillas, sus alteraciones, sus osadías? Que todo lo que piensan, osan sin deliberar. ¿Sus disimulaciones, su lengua, su engaño, su oluido, su desamor, su ingratitud, su inconstancia, su testimoniar, su negar, su reboluer, su presunción, su vanagloria, su abatimiento, su locura, su desdén, su soberuia, su subjeción, su parlería, su golosina, su luxuria e suziedad, su miedo, su atreuemiento, sus hechizerías, sus embaymientos, sus escarnios, su deslenguamiento, su desvergüença, su alcahuetería? Considera, ¡qué sesito está debaxo de aquellas grandes e delgadas tocas! ¡Qué pensamientos so aquellas gorgueras, so aquel fausto, so aquellas largas e autorizantes ropas! ¡Qué imperfición, qué aluañares debaxo de templos pintados! Por ellas es dicho: arma del diablo, cabeça de pecado, destruyción de parayso. ¿No has rezado en la festiuidad de Sant Juan, do dize: Las mugeres e el vino hazen los hombres renegar; do dize: Esta es la muger, antigua malicia que a Adán echó de los deleytes de parayso; esta el linaje humano metió en el infierno; a esta menospreció Helías propheta &c.?

CALISTO.- Di pues, esse Adán, esse Salomón, esse Dauid, esse Aristóteles, esse Vergilio, essos que dizes, ¿cómo se sometieron a ellas? ¿Soy mas que ellos?

SEMPRONIO.- A los que las vencieron querría que remedasses, que no a los que dellas fueron vencidos. Huye de sus engaños. ¿Sabes que facen? Cosa, que es difícil entenderlas. No tienen modo, no razón, no intención. Por rigor comiençan el ofrescimiento, que de sí quieren hazer. A los que meten por los agujeros denuestan en la calle. Combidan, despiden, llaman, niegan, señalan amor, pronuncian enemiga, ensáñanse presto, apacíguanse luego. Quieren que adeuinen lo que quieren. ¡O qué plaga! ¡O qué enojo! ¡O qué fastío es conferir con ellas, más de aquel breue tiempo, que son aparejadas a deleyte!

CALISTO.- ¡Ve! Mientra más me dizes e más inconuenientes me pones, más la quiero. No sé qué s' es.

SEMPRONIO.- No es este juyzio para moços, según veo, que no se saben a razón someter, no se saben administrar. Miserable cosa es pensar ser maestro el que nunca fue discípulo.

CALISTO.- ¿E tú qué sabes? ¿quién te mostró esto?

SEMPRONIO.- ¿Quién? Ellas. Que, desque se descubren, assí pierden la vergüença, que todo esto e avn más a los hombres manifiestan. Ponte pues en la medida de honrra, piensa ser más digno de lo que te reputas. Que cierto, peor estremo es dexarse hombre caer de su merescimiento, que ponerse en más alto lugar que deue.

CALISTO.- Pues, ¿quién yo para esso?

SEMPRONIO.- ¿Quién? Lo primero eres hombre e de claro ingenio. E mas, a quien la natura dotó de los mejores bienes que tuuo, conuiene a saber, fermosura, gracia, grandeza de miembros, fuerça, ligereza. E allende desto, fortuna medianamente partió contigo lo suyo en tal quantidad, que los bienes, que tienes de dentro, con los de fuera resplandescen. Porque sin los bienes de fuera, de los quales la fortuna es señora, a ninguno acaece en esta vida ser bienauenturado. E mas, a constelación de todos eres amado.

CALISTO.- Pero no de Melibea. E en todo lo que me as gloriado, Sempronio, sin proporción ni comparación se auentaja Melibea. Mira la nobleza e antigüedad de su linaje, el grandíssimo patrimonio, el excelentíssimo ingenio, las resplandescientes virtudes, la altitud e enefable gracia, la soberana hermosura, de la qual te ruego me dexes hablar vn poco, porque aya algún refrigerio. E lo que te dixere será de lo descubierto; que, si de lo occulto yo hablarte supiera, no nos fuera necessario altercar tan miserablemente estas razones.

SEMPRONIO.- ¡Qué mentiras e qué locuras dirá agora este cautiuo de mi amo!

CALISTO.- ¿Cómo es eso?

SEMPRONIO.- Dixe que digas, que muy gran plazer hauré de lo oyr. ¡Assí te medre Dios, como me será agradable esse sermón!

CALISTO.- ¿Qué?

SEMPRONIO.- Que ¡assí me medre Dios, como me será gracioso de oyr!

CALISTO.- Pues porque ayas plazer, yo lo figuraré por partes mucho por estenso.

SEMPRONIO.- ¡Duelos tenemos! Esto es tras lo que yo andaua. De passarse haurá ya esta importunidad.

CALISTO.- Comienço por los cabellos. ¿Vees tú las madexas del oro delgado, que hilan en Arabia? Más lindos son e no resplandescen menos. Su longura hasta el postrero assiento de sus pies; después crinados e atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para conuertir los hombres en piedras.

SEMPRONIO.- ¡Mas en asnos!

CALISTO.- ¿Qué dizes?

SEMPRONIO.- Dixe que essos tales no serían cerdas de asno.

CALISTO.- ¡Veed qué torpe e qué comparación!

SEMPRONIO.- ¿Tú cuerdo?

CALISTO.- Los ojos verdes, rasgados; las pestañas luengas; las cejas delgadas e alçadas; la nariz mediana; la boca pequeña; los dientes menudos e blancos; los labrios colorados e grosezuelos; el torno del rostro poco más luengo que redondo; el pecho alto; la redondez e forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? ¡Que se despereza el hombre quando las mira! La tez lisa, lustrosa; el cuero suyo escurece la nieue; la color mezclada, qual ella la escogió para sí.

SEMPRONIO.- ¡En sus treze está este necio!

CALISTO.- Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; las vñas en ellos largas e coloradas, que parescen rubíes entre perlas. Aquella proporción, que veer yo no pude, no sin duda por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser mejor, que la que Paris juzgó entre las tres Deesas. SEMPRONIO.- ¿Has dicho?

CALISTO.- Quan breuemente pude.

SEMPRONIO.- Puesto que sea todo esso verdad, por ser tú hombre eres más digno.

CALISTO.- ¿En qué?

SEMPRONIO.- En que ella es imperfecta, por el qual defeto desea e apetece a ti e a otro menor que tú. ¿No as leydo el filósofo, do dize: Assí como la materia apetece a la forma, así la muger al varón?

CALISTO.- ¡O triste, e quando veré yo esso entre mí e Melibea!

SEMPRONIO.- Possible es. E avnque la aborrezcas, cuanto agora la amas, podrá ser alcançándola e viéndola con otros ojos, libres del engaño en que agora estás.

CALISTO.- ¿Con qué ojos?

SEMPRONIO. Con ojos claros.

CALISTO.- E agora, ¿con qué la veo?

SEMPRONIO.- Con ojos de alinde, con que lo poco parece mucho e lo pequeño grande. E porque no te desesperes, yo quiero tomar esta empresa de complir tu desseo.

CALISTO.- ¡O! ¡Dios te dé lo que desseas! ¡Qué glorioso me es oyrte; avnque no espero que lo has de hazer!

SEMPRONIO.- Antes lo haré cierto.

CALISTO.- Dios te consuele. El jubón de brocado, que ayer vestí, Sempronio, vistétele tú.

SEMPRONIO.- Prospérete Dios por este e por muchos más, que me darás. De la burla yo me lleuo lo mejor. Con todo, si destos aguijones me da, traérgela he hasta la cama. ¡Bueno ando! Házelo esto, que me dio mi amo; que, sin merced, impossible es obrarse bien ninguna cosa.

CALISTO.- No seas agora negligente.

SEMPRONIO.- No lo seas tú, que impossible es fazer sieruo diligente el amo perezoso.

CALISTO.- ¿Cómo has pensado de fazer esta piedad?

SEMPRONIO.- Yo te lo diré. Días ha grandes que conosco en fin desta vezindad vna vieja barbuda, que se dize Celestina, hechicera, astuta, sagaz en quantas maldades ay. Entiendo que passan de cinco mill virgos los que se han hecho e deshecho por su autoridad en esta cibdad. A las duras peñas promouerá e prouocará a luxuria, si quiere.

CALISTO.- ¿Podríala yo fablar?

SEMPRONIO.- Yo te la traeré hasta acá. Por esso, aparéjate, seyle gracioso, seyle franco. Estudia, mientra vo yo, de le dezir tu pena tan bien como ella te dará el remedio.

CALISTO.- ¿Y tardas?

SEMPRONIO.- Ya voy. Quede Dios contigo.

CALISTO.- E contigo vaya. ¡O todopoderoso, perdurable Dios! Tú, que guías los perdidos e los reyes orientales por el estrella precedente a Belén truxiste e en su patria los reduxiste, humilmente te ruego que guíes a mi Sempronio, en manera que conuierta mi pena e tristeza en gozo e yo indigno merezca venir en el deseado fin.

PISTA 3: Texto lírico y fragmento del libro de Don Amor en el que se describe a la perfección el canon de belleza para la mujer de la época.

Si leyeres a Ovidio que por mí fue educado,

hallarás en él cuentos que yo le hube mostrado,

y muy buenas maneras para el enamorado;

Pánfilo, cual Nasón, por mí fue amaestrado.

Si quieres amar dueñas o a cualquier mujer

muchas cosas tendrás primero que aprender

para que ella te quiera en amor acoger.

Primeramente, mira qué mujer escoger.

Busca mujer hermosa, atractiva y lozana,

que no sea muy alta pero tampoco enana;

si pudieras, no quieras amar mujer villana,

pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.

Busca mujer esbelta, de cabeza pequeña,

cabellos amarillo no teñidos de alheña;

las cejas apartadas, largas, altas, en peña;

ancheta de caderas, ésta es talla de dueña.

Ojos grandes, hermosos, expresivos, lucientes

y con largas pestañas, bien claras y rientes;

las orejas pequeñas, delgadas; para mientes (fíjate)

si tiene el cuello alto, así gusta a las gentes.

La nariz afilada, los dientes menudillos,

iguales y muy blancos, un poco apartadillos,

las encías bermejas, los dientes agudillos,

los labios de su boca bermejos, angostillos.

La su boca pequeña, así, de buena guisa

su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa,

conviene que la veas primero sin camisa

pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!

PISTA 4: describe las condiciones que ha de tener una mensajera.

Si le envías recados, sea tu embajadora

una parienta tuya; no sea servidora

de tu dama y así no te será traidora:

todo aquel que mal casa, después su mal deplora.

Procura cuanto puedas que la tu mensajera

sea razonadora sutil y lisonjera,

sepa mentir con gracia y seguir la carrera

pues más hierve la olla bajo la tapadera.

Si parienta no tienes, toma una de las viejas

que andan por las iglesias y saben de callejas;

con gran rosario al cuello saben muchas consejas,

con llanto de Moisés encantan las orejas.

Estas pavas ladinas son de gran eficacia,

plazas y callejuelas recorren con audacia,

a Dios alzan rosarios, gimiendo su desgracia;

¡ay! ¡las pícaras tratan el mal con perspicacia!

Toma vieja que tenga oficio de herbolera

que va de casa en casa sirviendo de partera

con polvos, con afeites y con su alcoholera

mal de ojo hará a la moza, causará su ceguera.

Procura mensajera de esas negras pacatas

que tratan mucho a frailes, a monjas y beatas,

son grandes andariegas, merecen sus zapatas:

esas trotaconventos hacen muchas contratas.

Donde están tales viejas todo se ha de alegrar,

pocas mujeres pueden a su mano escapar;

para que no te mientan las debes halagar

pues tal encanto usan que saben engañar.

De todas esas viejas escoge la mejor,

dile que no te mienta, trátala con amor,

que hasta la mala bestia vende el buen corredor

y mucha mala ropa cubre el buen cobertor.

Si dice que tu dama no tiene miembros grandes,

ni los brazos delgados, luego tú le demandes

si tienes pechos chicos; si dice sí, demandes

por su figura toda, y así seguro andes.

Si tiene los sobacos un poquillo mojados

y tiene chicas piernas y largos los costados,

ancheta de caderas, pies chicos, arqueados,

¡tal mujer no se encuentra en todos los mercados!

En la cama muy loca, en la casa muy cuerda;

no olvides tal mujer, su ventajas acuerda.

Esto que te aconsejo con Ovidio concuerda,

y para ello hace falta mensajera no lerda.

Hay tres cosas que tengo miedo de descubrir,

son faltas muy ocultas, de indiscreto decir:

de ellas, muy pocas mujeres pueden con bien salir,

cuando yo las mencione se echarán a reír.

Guárdate bien que no sea vellosa ni barbuda

¡el demonio se lleve a la pecosa velluda!

Si tiene mano chica, delgada o voz aguda,

a tal mujer el hombre de buen seso la muda.

Le harás una pregunta como última cuestión:

si tiene el genio alegre y ardiente el corazón;

si no duda, si pide de todo la razón

si al hombre dice sí, merece tu pasión.

PISTA 5: Fragmento en el que Celestina explica a Areúsa y Calisto que ella también amó alguna vez.

AREÚSA.- Ay, señor mío, no me trates de tal manera; ten mesura por cortesía; mira las canas de aquella vieja honrada que están presentes; quítate de allá, que no soy de aquellas que piensas; no soy de las que públicamente están a vender sus cuerpos por dinero. Así goce de mí, de casa me salga si, hasta que Celestina mi tía sea ida, a mi ropa tocas.

CELESTINA.- ¿Qué es eso, Areúsa? ¿Qué son esas extrañezas y esquivedad, estas novedades y retraimiento? Parece, hija, que no sé yo qué cosa es esto, que nunca vi estar un hombre con una mujer juntos y que jamás pasé por ello ni gocé de lo que gozas y que no sé lo que pasan y lo que dicen y hacen. ¡Guay de quien tal oye como yo! Pues avísote, de tanto, que fui errada como tú y tuve amigos; pero nunca el viejo ni la vieja echaba de mi lado, ni su consejo en público ni en mis secretos. Para la muerte que a Dios debo, más quisiera una gran bofetada en mitad de mi cara. Parece que ayer nací, según tu encubrimiento. Por hacerte a ti honesta, me haces a mí necia y vergonzosa, y de poco secreto y sin experiencia; y me amenguas en mi oficio por alzar a ti en el tuyo. Pues de cosario a cosario no se pierden si no los barriles. Más te alabo yo detrás, que tú te estimas delante.

PISTA6: Fragmento en el que la noticia de la violación de las hijas del Cid llegan a este y al rey.

Van estas noticias a Valencia la mayor;

cuando se lo dicen a mío Cid el Campeador,

un gran rato pensó y meditó;

alzó al fin la mano, la barba se tomó

«Alabado sea Cristo, que del mundo es señor;

«ya que así me han ofendido los infantes de Carrión,

«juro por esta barba, que nadie me mesó,

«no lograréis deshonrarme, infantes de Carrión;

«que a mis hijas bien las casaré yo».

PISTA 7: poema de Jorge Manrique sobre una mujer que no quiere casarse.

Dicen que me case yo:

no quiero marido, no.

Más quiero vivir segura

en esta sierra a mi soltura,

que no estar en la aventura

de si casaré bien o no.

Dicen que me case yo:

no quiero marido, no.

Madre, no seré casada

por no ver vida cansada,

o quizá mal empleada

la gracia que Dios me dio.

Dicen que me case yo:

no quiero marido, no.

No será ni es nacido

tal para ser mi marido;

y pues que tengo sabido

que la flor ya me la só,

dicen que me case yo:

no quiero marido, no.

Realizado por: Alba Mª Fernández, Javier Escobar, Vanessa Mira, Pablo Martín, Nuria Bernal, Marina González y Carlos Javier lópez. Alumnos de 1º de bachillerato "d" del IES Chaves Nogales