Antología literaria medieval - Tierra 1 | Page 2

JUEVES 22.12.2016

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TEXTOS PROPUESTOS POR LA PROFESORA:

PISTA 1: Esta letrilla popular se incluía al final de una moaxaja árabe o hebrea.

JARCHA

“¡Tanto amar, tanto amar,

amigo, tanto amar!

Enfermaron unos ojos antes alegres

y ahora duelen tanto.”

A continuación, les dejaremos una serie de pistas acompañadas de su respuesta.

PISTA 2: Un poema que pertenece a la única voz individual femenina que se deja oír en nuestros cancioneros. Canción en la que se conduele del cautiverio de unas aves.

FLORENCIA PINAR

De estas aves su nación

es cantar con alegría,

y de verlas en prisión

siento yo grave pasión,

sin sentir nadie la mía.

Ellas lloran que se vieron

sin temor de ser cautivas,

y a quien eran más esquivas

esos mismos las prendieron.

Sus nombres mi vida son,

que va perdiendo alegría,

y de verlas en prisión

siento yo grave pasión

sin sentir nadie la mía.

PISTA 3: Doña Jimena aparece en estos versos que relatan las hazañas de un héroe épico.

EL CANTAR DEL MIO CID

“Gracias, señor abad, os lo agradezco mucho.

Más porque voy desterrado os entrego cincuenta marcos,

si yo viviera más tiempo, eso se os doblará.

No quiero en el Monasterio causar perjuicios económicos.

Y aquí, para Doña Jimena os doy otros cien marcos.

A ellas, a sus hijas y a sus damas servidlas este año.

Os dejo dos hijas niñas, cuidádmelas,

os las encomiendo a vos, abad don Sancho,

de ellas y de mi mujer cuidad con gran esmero.

si esa cantidad se acaba o si os falta algo,

proveedlas debidamente, yo os lo mando:

Por un marco que gastéis, daré al Monasterio cuatro”

PISTA 4: Doña Garoza es admirada por el Arcipreste.

Dijo doña Garoza: “—Tengas buena ventura;

del Arcipreste quiero que pintes la figura

y, tal como ella sea, digas cuál es su hechura:

no respondas con bromas, que te hablo con cordura.”

“—Señora —diz la vieja—, yo lo veo a menudo

El cuerpo tiene alto, las piernas largas, membrudo,

la cabeza no chica, velloso, pescozudo,

el cuello no muy alto, pelinegro, orejudo.

Las cejas apartadas, negras como el carbón,

el andar muy erguido, así como el pavón,

el paso firme, airoso y de buena razón,

la su nariz es larga; esto le descompón.

Las encías bermejas, sonora voz usual,

la boca no pequeña; son sus labios, tal cual,

más gruesos que delgados, rojos como el coral;

las espaldas muy anchas; las muñecas, igual.

Ojos algo pequeños; de color, morenazo;

abombado su pecho y poderoso el brazo,

bien cumplidas las piernas; el pie, chico pedazo.

PISTA 5: Es una composición que funde la tradición castellana con la pastorella provenzal y cuenta cómo un caballero intenta seducir, sin éxito, a una Vaquera de la Finojosa.

Moça tan fermosa

non vi en la frontera,

como una vaquera

de la Finojosa.

Faziendo la vía

del Calatraveño

a Santa María,

vençido del sueño,

por tierra fragosa

perdí la carrera,

do vi la vaquera

de la Finojosa.

En un verde prado

de rosas e flores,

guardando ganado

con otros pastores,

la vi tan graciosa,

que apenas creyera

que fuese vaquera

de la Finojosa.

Non creo las rosas

de la primavera

sean tan fermosas

nin de tal manera,

fablando sin glosa,

si antes supiera

de aquella vaquera

de la Finojosa.

Non tanto mirara

su mucha beldad,

porque me dexara

en mi libertad.

Mas dixe: «Donosa

(por saber quién era),

¿aquella vaquera

de la Finojosa?...»

Bien como riendo,

dixo: «Bien vengades,

que ya bien entiendo

lo que demandades:

non es desseosa

de amar, nin lo espera,

aquessa vaquera

de la Finojosa».

PISTA 6: Melibea declara: "(...) en pensar en él me alegro, en verlo me gozo, en oírlo me glorifico(...)"

Calla, por Dios, que te oirán. Déjalos parlar, déjalos devaneen. Un mes ha que otra cosa no hacen, ni en otra cosa entienden. No parece sino que les dice el corazón el gran amor que a Calisto tengo e todo lo que con él un mes ha he pasado. No sé si me han sentido, no sé qué se sea aquejarles más agora este cuidado que nunca. Pues, ¿mándoles yo trabajar en vano? Por demás es la cítola en el molino... ¿Quién es el que me ha de quitar mi gloria, quién apartarme mis placeres? Calisto es mi ánima, mi vida, mi señor en quien yo tengo toda mi esperanza. Conozco dél que no vivo engañada. Pues él me ama, ¿con qué otra cosa le puedo pagar? Todas las deudas del mundo reciben compensación en diverso género: el amor no admite sino sólo amor por paga. En pensar en él me alegro, en verlo me gozo, en oírlo me glorifico. Haga e ordene de mí a su voluntad. Si pasar quisiere la mar, con él iré; si rodear el mundo, lléveme consigo; si venderme en tierra de enemigos, no rehuiré su querer. Déjenme mis padres gozar de él, si ellos quieren gozar de mí. No piensen en estas vanidades ni en estos casamientos: que más vale ser buena amiga que mala casada. Déjenme gozar mi mocedad alegre, si quieren gozar su vejez cansada; si no, presto podrán aparejar mi perdición e su sepultura. No tengo otra lástima sino por el tiempo que perdí de no gozarlo, de no conocerlo, después que a mí me sé conocer. No quiero marido, no quiero ensuciar los nudos del matrimonio, ni las maritales pisadas de ajeno hombre repisar; como muchas hallo en los antiguos libros que leí que hicieron, más discretas que yo, más subidas en estado e linaje. Las cuales algunas eran de la gentilidad tenidas por diosas: así como Venus, madre de Eneas e de Cupido, el dios del amor, que siendo casada corrompió la prometida fe marital. E aun otras, de mayores fuegos encendidas, cometieron nefarios e incestuosos yerros: como Mirra con su padre, Semíramis con su hijo, Cánace con su hermano e aun aquella forzada Tamar, hija del rey David. Otras aun más cruelmente traspasaron las leyes de Natura: como Parsifae, mujer del rey Minos, con el toro. Pues reinas eran e grandes señoras, debajo de cuyas culpas la razonable mía podrá pasar sin denuesto. Mi amor fue con justa causa: requerida e rogada, cautivada de su merecimiento, aquejada por tan astuta maestra como Celestina, servida de muy peligrosas visitaciones antes que concediese por entero en su amor. Y después, un mes ha, como has visto, que jamás noche ha faltado sin ser nuestro huerto escalado como fortaleza, e muchas haber venido en balde e por eso no me mostrar más pena ni trabajo. Muertos por mí sus servidores, perdiéndose su hacienda, fingiendo ausencia con todos los de la ciudad, todos los días encerrado en casa con esperanza de verme a la noche. ¡Afuera, afuera la ingratitud! ¡Afuera las lisonjas e el engaño con tan verdadero amador, que ni quiero marido ni quiero padre ni parientes! Faltándome Calisto, me falte la vida; la cual, por que él de mí goce, me aplace.

PISTA 7: Descripción de Celestina.

PÁRMENO.- Saberlo has. Días grandes son pasados que mi madre, mujer pobre, moraba en su vecindad, la cual, rogada por esta Celestina, me dio a ella por sirviente; aunque ella no me conoce por lo poco que la serví y por la mudanza que la edad ha hecho.

CALISTO.- ¿De qué la servías?

PÁRMENO.- Señor, iba a la plaza y traíale de comer, y acompañábala, suplía en aquellos menesteres que mi tierna fuerza bastaba. Pero de aquel poco tiempo que la serví, recogía la nueva memoria lo que la vieja no ha podido quitar. Tiene esta buena dueña al cabo de la ciudad, allá cerca de las tenerías, en la cuesta del río, una casa apartada, medio caída, poco compuesta y menos abastada. Ella tenía seis oficios; conviene saber: labrandera, perfumera, maestra de hacer afeites y de hacer virgos, alcahueta y un poquito hechicera. Era el primero oficio cobertura de los otros, so color del cual muchas mozas de estas sirvientes entraban en su casa a labrarse y a labrar camisas y gorgueras, y otras muchas cosas. Ninguna venía sin torrezno, trigo, harina o jarro de vino, y de las otras provisiones que podían a sus amas hurtar; y aun otros hurtillos de más cualidad allí se encubrían. Asaz era amiga de estudiantes y despenseros y mozos de abades. A éstos vendía ella aquella sangre inocente de las cuitadillas, la cual ligeramente aventuraban en esfuerzo de la restitución que ella les prometía. Subió su hecho a más, que por medio de aquéllas comunicaba con las más encerradas hasta traer a ejecución su propósito. Y aquéstas, en tiempo honesto, como estaciones, procesiones de noche, misas del gallo, misas del alba y otras secretas devociones, muchas encubiertas vi entrar en su casa. Tras ellas hombres descalzos, contritos y rebozados, desatacados, que entraban allí a llorar sus pecados. ¡Qué tráfagos, si piensas, traía! Hacíase física de niños, tomaba estambre de unas casas, dábalo a hilar en otras, por achaque de entrar en todas. Las unas, «¡Madre acá!», las otras, «¡Madre acullá!», «¡Cata la vieja!», «¡Ya viene el ama!»; de todos muy conocida. Con todos esos afanes nunca pasaba sin misa ni vísperas, ni dejaba monasterios de frailes ni de monjas; esto porque allí hacía ella sus aleluyas y conciertos. Y en su casa hacía perfumes, falsaba estoraques, menjuí, animes, ámbar, algalia, polvillos, almizcles, mosquetes. Tenía una cámara llena de alambiques, de redomillas, de barrilejos de barro, de vidrio, de arambre, de estaño, hechos de mil facciones. Hacía solimán, afeite cocido, argentadas, bujeladas, cerillas, lanillas, unturillas, lustres, lucentores, clarimientes, albalinos y otras aguas de rostro, de rasuras de gamones, de corteza de espantalobos, de dragontea, de hieles, de agraz, de mosto, destiladas y azucaradas. Adelgazaba los cueros con zumos de limones, con turbino, con tuétano de corzo y de garza y otras confecciones. Sacaba agua para oler, de rosas, de azahar, de jazmín, de trébol, de madreselva y clavellinas, mosquetadas y almizcladas, polvorizadas con vino. Hacía lejías para enrubiar, de sarmientos, de carrasca, de centeno, de marrubios, con salitre, con alumbre y milifolia y otras diversas cosas. Y los untos y mantecas que tenía es hastío de decir: de vaca, de oso, de caballos y de camellos, de culebra y de conejo, de ballena, de garza, de alcaraván, de gamo y de gato montés, y de tejón, de arda, de erizo, de nutria. Aparejos para baños, esto es una maravilla: de las hierbas y raíces que tenía en el techo de su casa colgadas, manzanilla y romero, malvaviscos, culantrillo, coronillas, flor de saúco y de mostaza, espliego y laurel blanco, tortarosa y gramonilla, flor salvaje e higueruela, pico de oro y hojatinta. Los aceites que sacaba para el rostro no es cosa de creer: de estoraque y de jazmín, de limón, de pepitas, de violetas, de menjuí, de alfócigos, de piñones, de granillo, de azufaifas, de neguilla, de altramuces, de arvejas y de carillas, y de hierba pajarera, y un poquillo de bálsamo tenía ella en una redomilla que guardaba para aquel rascuño que tenía por las narices. Esto de los virgos, unos hacía de vejiga y otros curaba de punto. Tenía en un tabladillo, en una cajuela pintada, unas agujas delgadas de pellejeros e hilos de seda encerados, y colgadas allí raíces de hojaplasma y fuste sanguino, cebolla albarrana y cepacaballo. Hacía con esto maravillas que, cuando vino por aquí el embajador francés, tres veces vendió por virgen una criada que tenía.

CALISTO.- ¡Así pudiera ciento!