Antología de cuentos policiales y de terror | Page 2

EL CAMPO EMBRUJADO

Hace unos años, con mis primos pasamos un fin de semana en la casa de campo.

Al anochecer, quisimos jugar a las escondidas. Nos subimos a un árbol para escondernos y vimos, a lo lejos, la imagen de una familia pero muy borrosa; parecían como siluetas de personas. Por momentos, podíamos verles la cara. En eso, pudimos divisar a una nena y un nene vestidos de negro, y un hombre alto, medio gordo. Este tenía el pelo largo y estaba pálido.

Además, una silueta de una mujer que tenía algo en la mano. No sabíamos lo que era, pero con eso asesinó al hombre. Minutos después, desaparece misteriosamente y no supimos a dónde fue.

Los nenes salen corriendo y se acercan hacia dónde estábamos, subiendo al árbol. Nos sentíamos muy asustados al ver lo que pasó. No sabíamos qué decir. Con mi prima, los tocamos para ver si eran reales o no, descubriendo que sí.

En ese momento, tuvimos más miedo aún, porque decidí preguntarles cómo se llamaban. Ella se llamaba Elena, vestía un vestido negro largo y en la mano, tenía una hermosa muñeca. Él, Martín y tenía en su mano derecha una pelota. Elena y Martín nos dieron sus juguetes a nosotros.

Ellos nos empezaron a contar lo que pasaron hasta llegar al campo. ¡Fue horrible lo que vivieron en esa casa! Nos contó que la mujer los obligó a ir hasta allí con su papá. Al ver que ella lo mató, se asustaron mucho y se fueron pero antes de irse, la mujer desapareció.

Cuando terminaron de contarnos, lo primero que hicimos, fue ir a decirles a mi mamá y a mi tía. Ellas no lo podían creer.

En ese momento, los nenes desaparecieron sin razón; pero, en sus juguetes, empezaron a aparecer palabras, frases y oraciones. Una de ellas decía: “Váyanse de aquí o morirán. Corran y no vuelvan”.

Apenas las leímos, se las mostramos a mamá y rápido juntamos nuestras cosas para irnos. Al salir de la casa, no podíamos subir al auto. Las puertas no se abrían, hasta que observamos que la mujer estaba acercándose al auto. Entonces, empezamos a correr y no paramos hasta que intentamos parar un coche que venía.

Finalmente, nos dejó en la ciudad y de ahí, volvimos por fin a nuestras casas, aunque seguíamos asustados por todo lo que pasó.

Estuvimos preocupados por los niños, pero mi mamá nos dijo que ya iban a aparecer y los volveríamos a ver...

Adonai

Adonai