Cuentos de Edgar Allan Poe
Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba
agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz
delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba!
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