Antologia de cuentos Antología | Page 52

Cuentos de Edgar Allan Poe
su trayectoria . Entonces , llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca , me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza . Sin un solo quejido , cayó muerta a mis pies .
Cumplido este espantoso asesinato , me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver . Sabía que era imposible sacarlo de casa , tanto de día como de noche , sin correr el riesgo de que algún vecino me observara . Diversos proyectos cruzaron mi mente . Por un momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos . Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sótano . Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo del patio o meterlo en un cajón , como si se tratara de una mercadería común , y llamar a un mozo de cordel para que lo retirara de casa . Pero , al fin , di con lo que me pareció el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el sótano , tal como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas .
El sótano se adaptaba bien a este propósito . Sus muros eran de material poco resistente y estaban recién revocados con un mortero ordinario , que la humedad de la atmósfera no había dejado endurecer . Además , en una de las paredes se veía la saliencia de una falsa chimenea , la cual había sido rellenada y tratada de manera semejante al resto del sótano . Sin lugar a dudas , sería muy fácil sacar los ladrillos en esa parte , introducir el cadáver y tapar el agujero como antes , de manera que ninguna mirada pudiese descubrir algo sospechoso .
No me equivocaba en mis cálculos . Fácilmente saqué los ladrillos con ayuda de una palanca y , luego de colocar cuidadosamente el cuerpo contra la pared interna , lo mantuve en esa posición mientras aplicaba de nuevo la mampostería en su forma original . Después de procurarme argamasa , arena y cerda , preparé un enlucido que no se distinguía del anterior y revoqué cuidadosamente el nuevo enladrillado . Concluida la tarea , me sentí seguro de que todo estaba bien . La pared no mostraba la menor señal de haber sido tocada . Había barrido hasta el menor fragmento de material suelto . Miré en torno , triunfante , y me dije : “ Aquí , por lo menos , no he trabajado en vano ”.
Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causante de tanta desgracia , pues al final me había decidido a matarla . Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí , su destino habría quedado sellado , pero , por lo visto , el astuto animal , alarmado por la violencia de mi primer acceso de cólera , se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi humor . Imposible describir o imaginar el profundo , el maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura trajo a mi pecho . No se presentó aquella noche , y así , por primera vez desde su llegada a la casa , pude dormir profunda y tranquilamente ; sí , pude dormir , aun con el peso del crimen sobre mi alma .
Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no volvía . Una vez más respiré
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