Cuentos de Edgar Allan Poe
“El alce ”
Por Edgar Allan Poe
Con frecuencia se ha opuesto el escenario natural de Norteamérica, tanto en sus líneas
generales como en sus detalles, al paisaje del Viejo Mundo -en especial de Europa-, y
no ha sido más profundo el entusiasmo que mayor la disensión entre los defensores de
cada parte. No es probable que la discusión se cierre pronto, pues aunque se ha dicho
mucho por ambos lados, aún queda por decir un mundo de cosas.
Los turistas ingleses más distinguidos que han intentado una comparación, parecen
considerar nuestro litoral norte y este, comparativamente hablando, así como todo el
de Norteamérica o, por lo menos, el de Estados Unidos, digno de consideración. Poco
dicen, porque han visto menos, del magnífico paisaje de algunos de nuestros distritos
occidentales y meridionales -del dilatado valle de Luisiana, por ejemplo-, realización
del más exaltado sueño de un paraíso. En su mayor parte estos viajeros se conforman
con una apresurada inspección de los lugares más espectaculares de la zona: el
Hudson, el Niágara, las Catskills, Harper’s Ferry, los lagos de Nueva York, el Ohio, las
praderas y el Mississippi. Son éstos, en verdad, objetos muy dignos de contemplación,
aun para aquel que ha trepado a las encastilladas riberas del Rin, o ha errado
Junto al azul torrente del Ródano veloz.
Pero éstos no son todos los que pueden envanecernos y en realidad llegaré a la osadía
de afirmar que hay innumerables rincones tranquilos, oscuros y apenas explorados,
dentro de los límites de los Estados Unidos, que el verdadero artista o el cultivado
amante de las más grandes y más hermosas obras de Dios preferirá a todos y cada uno
de los prestigiosos y acreditados paisajes a los cuales me he referido.
En realidad, los verdaderos edenes de la tierra quedan muy lejos de la ruta de nuestros
más sistemáticos turistas; ¡cuánto más lejos, entonces, del alcance de los forasteros que,
habiéndose comprometido con los editores de su patria a proveer cierta cantidad de
comentarios sobre Norteamérica en un plazo determinado, no pueden cumplir este
pacto de otra manera que recorriendo a toda velocidad, libreta de notas en mano, los
más trillados caminos del país!
Acabo de mencionar el valle de Luisiana. De todas las regiones extensas dotadas de
belleza natural, ésta es quizá la más hermosa. Ninguna ficción se le ha aproximado. La
más espléndida imaginación podría derivar sugestiones de su exuberante belleza. Y la
belleza es, en realidad, su única característica. Poco o nada tiene de sublime. Suaves
ondulaciones del suelo entretejidas con cristalinas y fantásticas corrientes costeadas por
pendientes floridas, y como fondo una vegetación forestal, gigantesca, brillante,
multicolor, rutilante de gayos pájaros, cargada de perfume: estos rasgos componen, en
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