Antologia de cuentos Antología | Page 16

Cuentos de Edgar Allan Poe
- ¡ Vaya usted a ver nuestra arquitectura ! -exclamó , con enorme indignación por parte de los dos egiptólogos , quienes lo pellizcaban fuertemente sin conseguir que se callara .
- ¡ Vaya a ver la fuente del Bowling Green , de Nueva York ! -gritaba entusiasmado- . ¡ O , si le resulta demasiado difícil de contemplar , eche una ojeada al Capitolio de Washington !
Y nuestro excelente y diminuto médico siguió detallando minuciosamente las proporciones del edificio del Capitolio . Explicó que tan sólo el pórtico se hallaba adornado con no menos de veinticuatro columnas , las cuales tenían cinco pies de diámetro y estaban situadas a diez pies una de otra .
El conde dijo que lamentaba no recordar en ese momento las dimensiones exactas de cualquiera de los principales edificios de la ciudad de Aznac , cuyos cimientos habían sido puestos en la noche de los tiempos , pero cuyas ruinas seguían aún en pie en la época de su entierro , en un desierto al oeste de Tebas . Recordaba empero ( ya que de pórtico se trataba ) que uno de ellos , perteneciente a un palacio secundario en un suburbio llamado Karnak , tenía ciento cuarenta y cuatro columnas de treinta y siete pies de circunferencia , colocadas a veinticinco pies una de otra . A este pórtico se llegaba desde el Nilo por una avenida de dos millas de largo , compuesta por esfinges , estatuas y obeliscos , de veinte , sesenta y cien pies de altura . El palacio , hasta donde alcanzaba a recordar , tenía dos millas de largo , y su circuito total debía alcanzar las siete millas . Las paredes estaban ricamente pintadas con jeroglíficos en el interior y exterior . El conde no pretendía afirmar que dentro del área del palacio hubieran podido construirse unos cincuenta o sesenta Capitolios como el del doctor , pero , aun sin estar completamente seguro , pensaba que , con algún esfuerzo , se hubieran podido meter doscientos o trescientos . Claro que , después de todo , el palacio de Karnak era bastante insignificante . De todas maneras el conde no podía negarse conscientemente a admitir el ingenio , la magnificencia y la superioridad de la fuente del Bowling Green , tal como la había descrito el doctor . Se veía forzado a reconocer que en Egipto jamás se había visto una cosa semejante .
Pregunté entonces al conde qué opinaba de nuestros ferrocarriles . Contestó que no opinaba nada en especial . Los ferrocarriles eran un tanto débiles , mal concebidos y torpemente realizados . Por supuesto que no se los podía comparar con las enormes calzadas , perfectamente lisas , directas y con vías de hierro , sobre las cuales los egipcios transportaban templos enteros y sólidos obeliscos de ciento cincuenta pies de altura . Aludí a nuestras gigantescas fuerzas mecánicas .
Convino en que algo sabíamos de esas cosas , pero me preguntó cómo me las habría arreglado para colocar las impostas de los dinteles , aun en un templo tan pequeño
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