que pudieras probar: un puesto de 1 metro
por 1 metro generalmente de color blanco
a medio pintar donde el “chef”, lejos de lle
var una filipina y toca, trae puesto un man
dil y una gorra, que es suficiente vestimenta
para convertirse en todo un máster taquero
o tortero ¡y nos encanta!, amigo de todos y
conocido con un apodo muy peculiar que le
hace difícil de olvidar; lugares que se llenan
a casi todas horas y por todo tipo de clase so
cial; o una fonda donde la cabeza de cocina
es una señora de sonrisa amable con trastos
viejos, pero con un sazón que los ejecutivos
aman. ¡Barriga llena, corazón contento!.
Nos vemos tan acostumbrados a estas co
sas en el transcurso de la vida diaria que se
nos dificulta pensar que el mundo
admira nuestra cocina, y hasta hay
quienes la copian, tan así es que
miles de personas llegan a nuestro
país en busca de nuevos experien
cias para llevarlas al extranjero.
No muchos países tienen tan di
vertida experiencia; los hot dogs
neoyorquinos son puestos de
concepto diferente por el ritmo
de vida que se vive en la ‘cosmo
polita’ ciudad.
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