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46 TOMÁS ORTEGA ORTEGA l VERÓNICA VÁZQUEZ GARCÍA. Género, gobernanza y recursos forestales no maderables. Además, el CV vigila permanentemente el bosque y reporta anomalías a través de un sistema de radio. 3.2. Sujetos diferenciados por el patriarcado: la ética de subsistencia La asamblea de comuneros tiene el poder de definir los cinco derechos de apropiación del poleo (acceso, uso, manejo, exclusión y alienación). La filosofía que guía sus decisiones se basa en lo que Grisby (2004) ha denominado “ética de subsistencia”, que permite el aprovechamiento de los recursos naturales para la sobrevivencia. El poleo extraído para el autoconsumo es tan poco que no representa un problema. El utilizado para fiestas (por ejemplo bodas) y para la venta ocasional también entra dentro de esta filosofía, por lo que el permiso de extracción generalmente es concedido, con algunas restricciones en cantidad dependiendo de la época del año. Hay una distinción importante entre las personas pertenecientes al municipio y ajenas a éste; las últimas también obtienen el permiso pero deben pagar una cuota de 150-200 pesos por extraer poleo. En las primeras visitas a SMM las autoridades nos dijeron que las “viudas” (término utilizado para mujeres con hijos y sin pareja, independientemente del estado civil) son el único grupo de la comunidad que puede extraer poleo para vivir de manera regular porque tienen “una familia que mantener”. Se argumenta que las viudas venden poleo para comprar comida, no para hacer dinero. Esta idea, aparentemente favorable para las mujeres, en realidad es producto de una interpretación patriarcal de la ética de subsistencia, que supone que el hombre es el proveedor principal de la familia, y solo en su ausencia las mujeres pueden generar sus propios ingresos. Las viudas están en un terreno ambiguo: pueden vivir de vender poleo y en este sentido son usuarias autorizadas de la planta; pero no participan en la asamblea donde se toman las decisiones de manejo, exclusión y alienación en torno a ella. Amanda F. García es una de estas viudas. Ella vive en una situación de incertidumbre por la falta de claridad sobre cuánto poleo puede extraer. Ante el temor de ser sancionada, Amanda dice cosechar únicamente cuando le encargan y solo lo que pueda trasladar en su espalda. Acude al monte acompañada de otra viuda, cobijándose bajo este estatus para adquirir legitimidad como usuaria del bosque: “[voy con] mi cuñada, se llama Josefina… [somos] viudas, por eso… [vamos] a juntar un poco… en navidad, año nuevo nada más” (Amanda F. García, 2013).