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ELSA GUZMÁN GÓMEZ
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JESÚS ANTONIO MADERA PACHECO
Los estudios campesinos contemporáneos en México
identidades como grupos con coincidencias endógenas, con conciencia de sus
fronteras propias y de sí como grupos, como clase. Entonces, se trata de mundos
rurales particulares y diferentes que interactúan dentro de sistemas sociales
complejos que determinan, pero igualmente dinamizan y son dinamizados
por los procesos de reproducción de los mismos.
Las perspectivas de análisis de los grupos campesinos se han enriquecido.
En las discusiones de los años cincuenta, con reflexiones de Steward y Wolf,
se acuñó el término campesino como forma estructural y de integración
(Hewitt, 1988), y con el paso de las décadas, y las reflexiones posteriores a
la mitad del siglo XX en el marco de la modernización y neoliberalismo, se
han complejizado. Estos grupos y sus formas de producción y vida dejan de
ser considerados resabios del pasado, y por el contrario, hoy se recurre a la
conjunción de interpretaciones disciplinarias para reconocer la vigencia de los
procesos de reproducción de relaciones que se consideraban precapitalistas;
se ha pasado de los análisis de la multiplicidad de ejes que atraviesa la
reproducción social de los campesinos, desde la visión de las estrategias
adaptativas (Warman, 1976), de reproducción o sobrevivencia (Oliveira y
Salles, 1984), o de vida campesina (Guzmán, 2005). Así, podemos reconocer
los estudios que desde la migración y los mercados de fuerza de trabajo han
generado nuevas puertas (Arizpe, 1980; Lara, 2001) a la comprensión de
la construcción de formas diversificadas de vida, desde la movilidad y la
anterior concepción de descampesinización. En el siglo XXI, los campesinos
tienen que ver con adscripciones históricas, agrarias, económicas y de clase,
a lo que Bartra denomina campesindios (Bartra, 2010); pero también con
una fuerte dimensión política y cultural ligada a los conocimientos locales
y las especificidades de coevolución hombre-naturaleza en cada uno de los
agroecosistemas (Sevilla, 1991; Sevilla y González de Molina, 2005; Toledo,
1992, entre otros). Entonces, es en este sentido que desde la agroecología se
sostiene que no puede haber una sola definición de lo campesino.
La apertura analítica acerca a las dinámicas de los grupos campesinos
quienes viven cambios y movimientos constantes, dando lugar a su propia
recreación así como la renovación en la crisis de un sistema polarizado en el
que se reconocen las relaciones de hegemonía/subalternidad como escenarios
concretos, que se reflejan en los análisis expuestos en el presente libro pues,
desde las referencias a los diálogos interculturales, estos no son necesariamente
equilibrados, sino desiguales de origen al ser producto de “zonas de contacto”
donde los intercambios se dan no desde el deseo de donar y recibir, sino desde
la convivencia entre sociedades diferentes y en ocasiones diametralmente
opuestas (Marín, 2011 y 2016).