COLEGIO DE ESTUDIOS CIENTÍFICOS Y TECNOLÓGICOS DEL ESTADO DE MEXICO
Plantel Nezahualcóyotl
Equipo 3:
Vargas Colin Zaida Zuzel
Eduviguez de los Santos Cristian Ysandro
Morales Casquera Aldo
Gonzales Alvares Areli Gisselle
Un 96.5% de los consumidores mexicanos ignora qué son los transgénicos o no sabe si los está comiendo y en qué
alimentos, en tanto que un 98 % de los mexicanos opina que las empresas deben informar en sus etiquetas si sus
productos contienen transgénicos. México importa de Estados Unidos más de 6 millones de toneladas de maíz cada
año, de las que 45 por ciento son de maíz transgénico.
En nuestro país está prohibido sembrar maíz transgénico porque somos el centro de origen del maíz y es necesario
proteger nuestras variedades de maíces mexicanos de la contaminación transgénica que puede producirse si el
polen del maíz transgénico se cruza con el de nuestras variedades nativas e híbridas. Sin embargo, se han otorgado
permisos para siembra “no comercial” de soya y algodón transgénicos. La autoridad sanitaria permite la
comercialización para consumo humano de 31 transgénicos de soya, canola, maíz, algodón, papa, jitomate y alfalfa.
Estos ingredientes entran en nuestras dietas sin control alguno y sin nuestro consentimiento expreso.
De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas, el derecho a la información es el primer derecho básico de los
consumidores. Contar con información de los bienes y servicios que las compañías ofrecen de manera oportuna,
completa, clara y veraz permite a los consumidores elegir qué es lo que quieren comprar. Por ello los mexicanos
tenemos derecho a saber si los alimentos que adquirimos para nuestras familias contienen ingredientes o derivados
de transgénicos, para que así cada uno decidamos si los comemos o no. Este derecho no está garantizado por la Ley
de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados vigente en México (mejor conocida como Ley
Monsanto), que sólo obliga a informar sobre los transgénicos que sean “nutrimentalmente distintos de forma
significativa”. Esta característica es vaga y discutible por lo que la industria puede usar esta imprecisión para evadir
su obligación de informar al consumidor. A principios de 2006 se presentaron dos iniciativas en el Senado para que
dicha ley establezca que el etiquetado de transgénicos sea obligatorio y así se respete a cabalidad el derecho
legítimo e incuestionable de las personas a saber y decidir qué es lo que se comen.
Los cultivos transgénicos son organismos creados en el laboratorio con una técnica que permite insertar genes de
bacterias, plantas o animales a cultivos como el maíz y la soya. A los transgénicos también se les dice Organismos
Genéticamente Modificados (OGM). Estas técnicas permiten a los científicos saltarse la selección natural y la evolución, al
intercambiar genes entre especies que naturalmente no podrían cruzarse. La ingeniería genética aplicada para la creación
de transgénicos, “corta y pega” genes sin controlar dónde y cuántos se pegan en el organismo receptor y sin que se sepa
qué efectos inesperados pueden provocar. Tampoco se sabe si estas construcciones transgénicas son estables o no. Una
vez que estas nuevas especies son liberadas al ambiente o a la cadena alimenticia, no hay manera de retirarlas. Dado que
se desconocen los efectos a largo plazo que estos cultivos producirán sobre los ecosistemas y la salud humana, no deben
sembrarse transgénicos ni usarse para la alimentación.
Además de los grandes riesgos para el medio ambiente, la principal razón para evitar los transgénicos en los
alimentos es la gran incertidumbre científica que existe en torno a estos productos. Hasta la fecha, no se han hecho
las pruebas y estudios necesarios para garantizar científicamente que su consumo no tendrá efectos nocivos a
mediano y largo plazo. La industria biotecnológica, interesada en vender transgénicos, ha señalado que no hay datos
para confirmar daños en la salud, pero tampoco existen datos científicos publicados que
La experiencia con otras tecnologías nos obliga a tener precaución. Un ejemplo claro es el de los plaguicidas y
agrotóxicos que hace 40 años se vendían como solución a diversos problemas rurales y se afirmaba que no
entrañaban riesgos ni causaban daños a la salud. Tras décadas de aplicarlos sin control se confirmaron múltiples
daños al medio ambiente y a la salud, por lo que ahora muchas de estas sustancias están prohibidas, reguladas o en
proceso de ser retiradas del mercado. En nuestro país la autoridad sanitaria encargada de protegernos contra riesgos
sanitarios NO realiza ninguna investigación propia sobre los transgénicos: para autorizar el consumo de estos
organismos, se basa en la información
ELABORO: MORALES CASQUERA ALDO
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