Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 72
queda claro, de la falacia de que nuestro sexo no es naturaleza sino también, como el
“género”, cultura.
¿Y por qué la filósofa queer nos plantea esta necesidad de “deconstruir”
(desarmar) incluso la categoría “mujer”, tan cara al feminismo? Pues por las
necesidades mismas de la batalla cultural que ella misma, de forma explícita,
reconoce: “Si lo que aparece como fin normativo de la teoría feminista es la vida del
cuerpo más allá de la ley o la recuperación del cuerpo antes de la ley [esto quiere
decir: la mujer como naturaleza], tal norma realmente aleja el centro de atención de la
teoría feminista de los términos específicos de la batalla cultural contemporánea”.[186]
Una batalla cultural, para Butler, es entonces aquella que se busca aniquilar cualquier
consideración de una naturaleza propiamente humana. (Una vez más: ¿recuerda el lector
lo que advertía Mises en los años ´20 sobre el socialismo y la deconstrucción de la
naturaleza?)
Butler pretende, entonces, la emergencia múltiple de géneros que rompan la
coherencia existente entre el sexo, el género y el deseo. Ellos serían los sujetos
“queer”, aquellos cuyo cuerpo no tiene que ver ni con su género, ni con su deseo.
Podríamos poner como ejemplo, el caso de un hombre que se cree mujer, y que desea
mantener relaciones sexuales con menores de edad. Sexo, género y deseo correrían de
esta forma por carriles distintos. Así se enfrentan las “ficciones reguladoras que
refuerzan y naturalizan los regímenes de poder convergentes en la opresión masculina y
heterosexista”.[187] Entre esta “multiplicidad” de deseos, tiene lugar también el caso
del incesto. En efecto, estas reivindicaciones se ponen también de manifiesto en la obra
de Butler: “Ya hemos descrito los tabúes del incesto y el tabú anterior contra la
homosexualidad como los momentos generativos de la identidad de género, las
prohibiciones que generan la identidad sobre las rejillas culturalmente inteligibles de
una heterosexualidad idealizada y obligatoria”.[188] Volvemos pues, a los mismos
objetivos que la izquierda planteó para el feminismo en las dos olas anteriores
—destrucción de la familia y el matrimonio como forma de derrumbar la
superestructura que sostiene al capitalismo— pero ahora, con una vuelta de tuerca más:
aniquilando la misma concepción de “mujer”. Y para aniquilar el sexo, hay también que
aniquilar incluso la idea de una “identidad de género”, pues ésta brindaría al sexo una
aureola de naturalidad precisamente como su contraparte cultural.
De tal suerte que Butler pondrá en primer plano la importancia de los travestis,
los transexuales, las distintas modalidades de lesbianismo y de homosexuales, entre
otras yerbas. Ella entiende que en la “actuación” que estos sujetos llevan adelante para
parecerse a determinados sexos o géneros, se encuentran las pistas que la llevan a
declarar que el género se reproduce bajo una estructura “imitativa”. De modo que es la