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puesto que en los “matrimonios por grupo” sólo se tiene seguridad sobre el vínculo
maternal respecto de la criatura. De tal suerte que Engels nos muestra una comunidad
primigenia y virtualmente salvaje en la que prevalece la mujer: “la economía doméstica
comunista significa predominio de la mujer en la casa lo mismo que el reconocimiento
exclusivo de la madre propia, en la imposibilidad de conocer con certidumbre al
verdadero padre, significa una profunda estimación de las mujeres (…). Habitualmente,
las mujeres gobernaban en la casa; las provisiones eran comunes, pero ¡desdichado el
pobre marido o amante que era demasiado holgazán o torpe para aportar su parte al
fondo de provisiones de la comunidad!”.[73]
Este aparente sistema de comunismo primitivo mantendría, como vemos, un
régimen matriarcal. A Engels no se le ocurre pensar en cuestiones tan elementales como
la diferencia física existente entre hombres y mujeres, y lo que ello ha significado para
la dominación de los primeros sobre las segundas en épocas pasadas donde, como es
conocido, el poder estaba íntimamente ligado a la fuerza física. Es más, Engels llega a
pintar el paraíso hembrista que describe arguyendo (y fantaseando) que las mujeres de
entonces estaban en mejor posición respecto de las mujeres de épocas modernas: “La
señora de la civilización, rodeada de aparentes homenajes, extraña a todo trabajo
efectivo, tiene una posición social muy inferior a la de la mujer de la barbarie, que
trabaja de firme, se ve en su pueblo conceptuada como una verdadera dama (lady,
frowa, frau = señora) y lo es efectivamente por su propia posición”.[74]
Como buen materialista dialéctico, Engels encontrará que el desarrollo de las
formas de la institución familiar constituye un reflejo del desarrollo de las condiciones
económicas. La acumulación de riqueza dio paso, más temprano que tarde, al
surgimiento de la propiedad privada. En efecto, la división del trabajo familiar puso
sobre el hombre la función de procurar alimentos y herramientas, con lo cual aquél se
fue apropiando de a poco de éstos. El problema subsistente era que, dado que la
descendencia se establecía por línea materna, los hijos heredaban de la madre, pero no
de su padre. Así, el hombre irá tomando preeminencia por sobre la mujer a medida que
aumentaba la riqueza, y tal cosa le permitirá empezar a modificar también la forma en
que se establecía la línea de descendencia y, por tanto, el derecho de herencia. Nace
aquí en el discurso marxista un régimen cuyo nombre estructura el discurso del
feminismo contemporáneo: “Resultó de ahí una espantosa confusión, la cual sólo podía
remediarse y fue en parte remediado con el paso al patriarcado”[75], concluye el socio
de Marx.
¿Qué nos dice Engels en una palabra? Pues que es la aparición de la propiedad
privada la que derroca el “paraíso comunista matriarcal” y nos trae el régimen de
dominación masculina. La propiedad privada, causal de la explotación de las clases, es