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exclusiva de excretar los desechos digestivos del cuerpo, no poseen producción propia
de lubricantes, su mucosa es sumamente delicada y sus vasos sanguíneos pueden
desgarrarse fácilmente provocando el sangrado. Luego, las probables consecuencias de
dicha praxis son: incontinencia fecal, hemorroides, fisura anal, cuerpos extraños
alojados en el recto, desgarros rectosigmoideos, proctitis alérgica, edema penil,
sinusitis química, quemaduras de nitrito inhalado, etcétera. Y en cuanto a lo que al
SIDA concierne, el último documento del CDC revela que cada 10 mil casos de
relaciones sexuales en una penetración por vía vaginal, el riesgo de contagiarse VIH es
de 4 casos para el varón y 8 para la mujer. En cambio, en una relación anal, cada 10
mil exposiciones sexuales el sujeto activo alcanza 11 casos y el receptivo 138 casos de
riesgo. Vale decir que en la relación homosexual el sujeto activo triplica sus chances de
riesgo respecto del varón heterosexual y el sujeto pasivo homosexual multiplica en 18
veces la cantidad las posibilidades de contagio[575] respecto de una mujer
heterosexual. A lo dicho cabe añadir que en las relaciones homosexuales los acoplados
suelen alternar o intercambiar el rol, con lo cual se exponen a sumar los dos
coeficientes y así multiplicar sus de por sí altísimas chances de contagio. Dicho de otro
modo: por la propia naturaleza del vínculo, el peligro de contraer VIH en la relación
heterosexual es mínimo comparado con la homosexual.
En cuanto a la vida promiscua y orgiástica tan característica en la comunidad
homosexual (otro factor que eleva las posibilidades de riesgo a cantidades
astronómicas), se indica en el citado informe Satinover que la diferencia existente entre
el comportamiento de los varones homosexuales y el de los heterosexuales es el
siguiente: un homosexual promedio tiene relaciones sexuales con amantes distintos en
una cantidad 12 veces superior[576] a un heterosexual: “El homosexual típico (ni que
decir tiene que hay excepciones) es un hombre que practica frecuentes episodios de
penetración anal con otros hombres, a menudo con muchos hombres diferentes. Estos
episodios son 13 veces más frecuentes que los actos heterosexuales de sexo anal, con
12 veces más parejas distintas que los heterosexuales"[577].
Dichos datos parecieran transparentar situaciones que de alguna manera son de
público conocimiento: en la jerga homosexual son famosos los encuentros fugaces con
desconocidos en estaciones de trenes, cabinas telefónicas, felaciones en baños
públicos, estaciones de subtes, saunas, cines marginales y rincones de cualquier tenor
que les permita a sus cultores aliviar a ciegas su caótica ansiedad genital. Y como la
homosexualidad está principalmente centrada en la relación sexual (aunque esto no
niega en modo alguno el hecho de que dos sodomitas puedan llegar a sentir afecto entre
sí), los integrantes del vínculo acaban mayormente transformándose en meros objetos
de deseo o en competidores en el mercado de las pasiones genitales, lo cual fomenta la
hiperactividad sexual con numerosas personas en porcentajes muchísimos más elevados