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Capítulo 6: La autodestrucción homosexual
Por Nicolás Márquez
Naturaleza de la relación sexual
Debido a su propia constitución anatómica, antropológica, fisiológica y
psicológica, el hombre y la mujer se atraen mutuamente tanto espiritual como
físicamente y es precisamente de esa atracción que deriva la prole: la
complementariedad ente los órganos sexuales masculino y femenino no es una
certificación convencional, ni un “prejuicio religioso”, ni mucho menos fruto de una
estipulación cultural: es una determinación de la naturaleza.
Partiendo de la base de que el objetivo por antonomasia del acto sexual es la
propagación de la especie, es sabido que precisamente para que el ser humano se sienta
constantemente motivado y propenso a esa propagación es que la relación sexual
conlleva un elevado placer físico, puesto que si no se produjese ese intenso goce que
nos motivara a consumarla, la supervivencia estaría amenazada.
Luego, es un dato objetivo que la finalidad principal del acto sexual no es el
placer sino la expansión de la humanidad y que, por ende, transformar el placer en el
motivo primario del acto sexual consistiría en sustituir el fin principal por su corolario.
No obstante ello, va de suyo que habitualmente las personas tienen relaciones sexuales
no con el deliberado propósito de procrear, de la misma manera en que por lo general
todo aquel que se apresta a comer un plato de comida no suele hacerlo con el calculado
afán de adquirir nutrientes sino de disfrutarlo: pero es justamente ese disfrute físico que
la naturaleza nos proporciona en la vida sexual (tanto como en la alimentación) el que
nos incentiva constantemente y tendencialmente a mantener conductas afines o proclives
a nuestra conservación y/o propagación biológica. Y así como en materia nutricional
hay quienes tienen una dieta desordenada o autodestructiva —los obesos, los bulímicos,
los coprófagos o los anoréxicos por ejemplo—, en el plano sexual también hay quienes
mantienen una sexualidad trastornada o contraria a la naturaleza.
¿Merece un obeso ser obligado a no serlo? Por supuesto que no, es por ello que
los terceros deberían abstenerse de intervenir en la obesidad de quien la padece. A no