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Capítulo 4: La confederación filicida
Por Nicolás Márquez
Advertencia preliminar
Si bien el tema que abordaremos a continuación está más relacionado con la
temática del feminismo antes que del homosexualismo cultural (es decir, con lo
desarrollado por Agustín Laje), por formar parte de la progresiva agenda político-legal
de los ideólogos del género hemos decidido incluirlo en este tramo del libro, pues,
como bien reza la matemática: el orden de los factores no altera el producto.
La pregunta de cabecera
¿Qué es el aborto? Esta discusión eterna y trillada nunca se define porque
justamente las bochincheras difusoras del homicidio de niños por nacer utilizan un
sofisma semántico permanente para confundir y eludir al debate. Pero para que la
discusión mantenga algo de sentido, hay que partir necesariamente de esta pregunta que
nos hicimos al encabezar este párrafo.
“El aborto es la interrupción del embarazo” nos respondería mecánicamente el
militante abortista, a los fines de encubrir el filicidio con lenguaje cortés. Pero dado
que la “inter rupción” por definición es el cese transitorio de una actividad para su
posterior reanudación, dicha respuesta sería injusta por errónea, siendo que los
embarazos no se “interrumpen” y, por ende, el aborto es un acto de naturaleza definitiva
e irreversible precisamente porque la muerte es un hecho definitivo e irreversible:
“ahorca es interrumpir la respiración” decía con sorna Julián Marías.
Volvamos a la pregunta de origen. ¿Qué es el aborto entonces?
El aborto es la muerte del concebido. Esta muerte puede ocurrir por causas
naturales o por interferencia externa. Distinto es el caso del bebé nacido vivo y
posteriormente asesinado; esto importaría un homicidio del subtipo infanticidio. Pero si