Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 15
la perspectiva de ellos mismos, había estado impregnado de una estrechez que
terminaba siendo involuntariamente funcional a los sectores que deseaban frenar la
revolución del proletariado. Todo el tercer capítulo nada menos que de El manifiesto
comunista —obra clave en la divulgación marxista— está dedicado a refutar las
teorías socialistas previas al marxismo: Saint-Simon, Fourier, Owen y otros escritores
socialistas anteriores a los autores del Manifiesto, no habían logrado, según Marx y
Engels, darle al socialismo una guía científica para la realización de su revolución.
El proyecto marxista era —o pretendía ser— muy distinto que el de sus
antecesores socialistas: Marx y Engels introducirían las bondades de la ciencia en el
estudio de las sociedades frente a las “fantasías” utópicas de sus colegas que aquéllos
pretendían dejar atrás. No haría falta mencionar que la historia, empero, terminó dando
por tierra con semejantes pretensiones: las leyes de la historia marxistas —que decían
poder predecir la evolución de la historia— jamás se comprobaron sino que todo lo
contrario —la Revolución Rusa, como veremos, fue la gran y paradójica excepción— y
la visión de un mundo comunista, sin clases y sin Estado, fue tan utópica como las
mismísimas utopías de las que Marx y Engels renegaban: de forma tal que las disputas
ideológicas entre los socialistas no dejaba de ser una delirante riña entre utopistas.
La desmesurada pretensión “científica” del marxismo precisaba de un método
no menos monumental para estudiar el “curso de la historia” e intentar, a la postre,
predecir las transformaciones sociales y, más importante todavía, las condiciones de
las transformaciones revolucionarias. Es en este sentido que Marx y Engels son
“hegelianos”, esto es, que toman del filósofo alemán Georg Hegel su célebre método: la
dialéctica. ¿Qué es la dialéctica?[15] En términos lo más simples posible, se trata de un
método que supone que en la historia surgen fuerzas opuestas que, en su contradicción,
generan una nueva fase que a su vez genera otra instancia contradictoria, y así
sucesivamente. En términos filosóficos, se dirá que a toda tesis corresponde una
antítesis, las cuales resultan superadas por una síntesis. La historia avanza, pues, en
función de las contradicciones que se generan en su seno. El método de la dialéctica
había sido utilizado por Hegel para descubrir el movimiento de las ideas en el mundo;
para Hegel, las ideas de los hombres resultan centrales para explicar los cambios en la
historia. En el marxismo será lo opuesto: dialéctica, pero aplicada al descubrimiento
del mundo de la materia, y a eso en la jerga marxista se le llama materialismo
dialéctico.
Pasemos esto en limpio. El motor de la historia es hallado por el marxismo en
el mundo material y, más concretamente, en la dimensión de las fuerzas productivas. ¿Y
qué son las fuerzas productivas? Para decirlo de forma sintética, son las distintas
tecnologías y modos de producción sobre las cuales se apoya la producción