Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de La Nueva Izquierda Agustin Laje y Nicolas Marquez - El Libro Negro de | Page 141

estudiar las trampas lingüísticas utilizada por los agentes de la subversión cultural. Otra apelación recurrente de la propaganda homosexualista es al término “diversidad” —que según la Real Academia Española significa “desemejanza”[433]—, vocablo extraño puesto que justamente lo que caracteriza al vínculo sexual de una persona con otra del mismo sexo es que el otro no es un “diverso” sino un “semejante” —es decir lo opuesto a la diversidad—. O sea que el vínculo homosexual, lejos de hacer honor al cacareado mantra de la “diversidad” hace lo contrario: representa lo redundante, lo equivalente, lo imitativo: “En el acto homosexual no se realiza ese asombroso trascender hacia la unión de los opuestos; al ser encerrado en sí sólo une lo mismo con lo mismo, incapacitado de saltar a la diverso”[434] señala el mencionado neurólogo y psiquiatra Armando Roa. De igual forma, uno de los recurrentes trucos lingüísticos propagados es el referido a la pretensión manifestada por algunos travestis, consistente en operarse y así “cambiarse de sexo”: pero el sexo no se cambia jamás en la vida y en todo caso, a lo que un travesti puede aspirar es a someterse quirúrgicamente a la autoagresión corporal consistente en amputarse los genitales, pero esta insana decisión de arrancarse la entrepierna en modo alguno implica que el mutilado varón deje de ser varón: nació varón y morirá varón con o sin tijeretazo. Este tipo de farsas dialécticas como las ejemplificadas son muy parecidas a las promovidas por las filicidas, es decir por las mujeres abortistas, aquellas que bregan por asesinar a su hijo antes de nacer, al sostener que persiguen el “derecho a disponer de su cuerpo”: nadie les niega ese derecho, pero una cosa es disponer de “su cuerpo” —verbigracia hacerse un tatuaje, teñirse el pelo u operarse los senos— y otra absolutamente distinta, es disponer del cuerpo de un tercero y que encima ese tercero sea nada más y nada menos que su propio hijo, y cuya “disposición” consistiría en asesinarlo. Aunque ellas insisten en su engañoso eufemismo llamando a dicho crimen como “Interrupción del embarazo”, encubrimiento del homicidio con lenguaje cortés, dado que los embarazos no se “interrumpen” porque la interrupción es el cese transitorio de una actividad para su posterior reanudación, pero el aborto es un acto de naturaleza definitiva e irreversible: precisamente porque la muerte es un hecho de naturaleza definitiva e irreversible. Pero este ítem puntual del aborto ya lo veremos in extenso en otro capítulo posterior. Digresión: no son pocas ni desautorizadas las voces que sostienen que la confusión comunicacional que se ha intentado sembrar no es sólo lingüística sino también visual, de ahí que desde hace muchos años se venga promoviendo la estética “unisex” en la indumentaria. Es de público conocimiento que el grueso de los