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Capítulo 1: Comunismo y sodomía
Por Nicolás Márquez
La “homofobia” marxista
De los grupos sociales que el neocomunismo ha cooptado como banderín
revolucionario para su renovada causa, se encuentra uno que paradojalmente la más
ortodoxa izquierda tradicionalmente ha odiado, marginado, demonizado y confinado en
campos de concentración todo cuanto pudo: la comunidad homosexual.
Por empezar, fueron los mismísimos ideólogos del comunismo los que
abominaron de la sodomía y el propio Friedrich Engels, en carta dirigida en 1869 a su
amigo y camarada Karl Marx, sobre el problema homosexual se refirió en los siguientes
términos: “Esto que me cuentas son revelaciones contra la naturaleza. Los pederastas
comienzan a multiplicarse y a darse cuenta de que ellos forman un poder dentro del
Estado. Sólo les faltaba una organización, pero según esto parece ya existir en secreto.
Y como se están infiltrando en todos los viejos partidos e incluso en los nuevos, desde
Rösing a Schweitzer, su victoria es inevitable. Por suerte, nosotros somos demasiado
viejos para tener miedo de ver su victoria, y tener que rendir tributo en cuerpo a los
victoriosos (¡!). Pero las nuevas generaciones… De cualquier modo, solo en Alemania
es posible que un hombre como éste aparezca y convierta el vicio en una teoría.
Desafortunadamente, no es todavía [Karl Heinrich Ullrichs][335] suficientemente
valiente para confesar abiertamente ser ‘eso’ y todavía tiene que operar de tapadillo.
Pero espera a que el nuevo código penal del Norte de Alemania reconozca los
‘derechos de culo’, esto cambiará bastante. Hasta para pobre gente como nosotros, con
nuestra infantil atracción por las mujeres, las cosas están yendo mal. Si uno pudiera
tomar contacto con el tal Schweitzer, probablemente nos enteraríamos de la personas de
las altas esferas que practican la pederastia; no sería difícil para él porque se mueve en
esos ambientes”[336].
No era la primera vez que el emblemático dúo se refería con desdén al asunto.
Engels condenó la homosexualidad en distintos pasajes de su obra El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado (1884), describiéndola como “moralmente
deteriorada”, “abominable”, “despreciable” y “degradante”[337], en tanto que Marx