Si por cultura comprendemos actitudes, acciones, costumbres y reglas
mínimas de la sociedad que ejerce en determinado momento, podemos
asimilar que esas acciones se traducen en normas de convivencia que
se van arraigando para conformar políticas públicas que parten de esos
núcleos de la sociedad y que impactan al estado (no viceversa). Por ello
es relevante considerar todas aquellas acciones que los individuos realizan
en materia de acceso a la información: la visita a los museos, la presencia
en los mítines, las manifestaciones artísticas y culturales que se realizan
en las comunidades y que van más allá de preguntarle al gobierno: ¿cuánta
remuneración mensual recibes?.
Para la cultura ciudadana –que muchas veces también logra impactos
jurídicos-, es relevante que los individuos puedan acceder a temas prioritarios
de vida: cuestiones de salud, de educación, de conocimientos generales y
sobre todo de conocimiento de su propio espacio territorial. Mucho se
ha invertido en temas turísticos y culturales y en el momento de pensar el
acceso a la información, no aparece el registro de las intervenciones que la
sociedad civil realiza de forma definitiva en el proceso de su consolidación
como pueblo.
Para la cultura ciudadana hay dos elementos importantes de alcanzar y que
sean medibles: aumentar la capacidad de los ciudadanos de cumplir y cooperar
de manera voluntaria y, en segundo lugar, lograr la armonización de desarrollos
formales (los que pueden ser por vía jurídica). (http://corpovisionarios.org). La
armonización de desarrollos formales es lo que se traduce en una cultura nueva
de diálogo independiente con el estado, si bien es cierto que se encamina mucho
a un gobierno abierto, también es cierto que sigue conservando la litispendencia
con las instituciones.
54