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Fausto y Mefistófeles Rodrigo Pardo Fernández Resumen E sta reflexión se centra en la figura de Mefistófeles como adversario; en este caso no de Dios, de quien es sólo un instrumento, sino de Fausto. La tradición cristiana formula el modo en el que el Diablo es una oposición a los designios divinos, pero al mismo tiempo posibilita su formulación, su concreción en un mundo en el que todo ha sido creado con una finalidad. La lectura que se propone es a partir de la concepción de Fausto como personaje y no como alter ego o vocero de Goethe, de modo que se realiza una escisión formal entre autor y protagonista de un texto ficcional. Fausto es un ente contradictorio que se mueve entre los dos deseos condenados en el paraíso terrenal: el afán de saber tanto como Dios, que se formula a partir de alimentarse del Árbol del Conocimiento, y el posterior pecado original (en tanto se formula de este modo mucho más tarde), el pecado carnal, esto es, el conocimiento de la corporeidad y los deseos que ello provoca. Pecado de soberbia o de lujuria, en cualquier caso se trata de la ambivalente relación del sujeto moderno con el mundo (que se concreta en la creatura de Frankenstein), lo que ha dado un lugar preponderante a Fausto en el desfile de personajes literarios. De lo que se trata es de aproximarnos, de manera muy sucinta, a su construcción como personaje, a su dualidad y a su perspectiva como origen y fin de un adversario que, de manera paradójica, sólo cumple los designios de Dios. Fausto (1926) El discurso ficcional se desarrolla a partir de una ilusión de verdad (“the imposible-but-true”),1 determinada por las relaciones (cumplimiento de convenciones) de la estructura de la narración con lo aceptado por un género, una corriente artística o una época particulares, en los que se inscribe la 1 China Miéville, “Marxism and Fantasy: An Introduction”, p. 337. 33