ISBN 0124-0854
N º 197 Abril de 2013
Cargadas de silencio Pasan mis noches, Y mis mañanas Bulliciosas y alegres Llegan a casa.
¡ Cómo están tristes nuestras montañas sin el gorrión familiar, sin la golondrina errante, amiga del alero de la casa paterna! Allá viviría y moriría el poeta; pero vuestra piedad reparadora se anticipa a la muerte, invade con cariño el lugar de la penitencia desolada, y despierta a Epifanio a vida nueva, en el lecho de su miseria. La luz irá filtrando sus lampos en aquel cerebro dormido; el pensamiento se pondrá en relación con los objetos a él tan caros, y Antioquia tendrá otra vez, a la cabeza de su región, el romancero de sus virtudes, de su belleza y de sus glorias. Será vuestra esta resurrección, señoras y señores; os doy las gracias por ello en nombre de la literatura americana. La poesía, dice Quintana“ sirve de atractivo a la verdad para hacerla amable, o de velo para defenderla; enseña a la infancia en las escuelas despierta y dirige la sensibilidad en la juventud, ennoblece el espíritu con sus máximas, le engrandece con sus cuadros, siembra de flores el camino de la virtud, y abre el templo de la gloria al heroísmo”. Aventuraré algunas palabras, con perdón vuestro, sobre las causas que han rebajado este
alto concepto de la poesía entre nosotros, y tributaré mi modesto homenaje de cariño y admiración a Epifanio Mejía. Se advierte un tardío desarrollo o una prematura decrepitud en las letras colombianas, que se acomodan a asuntos extranjeros y desdeñan el Parnaso que la naturaleza nos abrió, delante de los ojos, con el Descubrimiento, y el camino que la libertad nos abrió, delante de los espíritus, con la Independencia. Se prefieren las viejas doctrinas, aun en presencia de los nuevos rumbos de la literatura, que la acercan a la tierra y dan a sus creaciones la vitalidad del medio ambiente, y se vuelve la espalda a los raudales aborígenes de nuestras costumbres. Y así, pueblos holgados sobre el planeta, nos falta campo para movernos con nuestras fantasías; sociedades venidas ayer a la libertad, cargamos con tradiciones seculares del mal gusto, y huéspedes de la Historia contemporánea, estamos rehaciendo la historia de las letras; si no es que exabrupto botamos al agua nuestro equipaje criollo, y somos como mendigos a la puerta de los extraños, que comen las sobras de sus banquetes y encienden las luces de sus fiestas. Es odioso este papel subalterno de la literatura colombiana. En la distribución de los dones del arte, si los pueblos guerreros dan la epopeya, si los pueblos viejos dan la leyenda, si los pueblos conmovidos dan el drama, si los pueblos martirizados dan la elegía, si los pueblos