ISSN 0124-0854
N º 193 Noviembre de 2012
Infortunadamente, desde el punto de vista de las pérdidas materiales, la tragedia del edificio Palace-II en Río de Janeiro guarda similitudes con un sinnúmero de otros episodios alrededor del mundo, normalmente mucho más dramáticos en relación con las víctimas. El hecho de que una figura pública esté involucrada y que no se cuente con la debida atención por parte de las autoridades para dar vía a un proyecto inmobiliario, tampoco son circunstancias inéditas. Eventos como este unifican opiniones y cuentan con gran difusión por parte de los medios que procuran aumentar su público con la indignación general de la sociedad. Si profundizáramos más en esa aparente generalidad, veríamos que los aspectos condenables del incidente varían de importancia y matices conforme con la diversidad de la opinión pública. Más allá de las víctimas de la tragedia, de las pérdidas humanas y morales, insustituibles, irreparables e indemnizables, y de las pérdidas materiales, hasta cierto punto reparables, el episodio acarrea otra clase de daño: la eliminación sumaria, y por tanto irrecuperable, de los documentos personales de aquellos ciudadanos.
Lo inédito del hecho radica quizás en que los propietarios, quienes tenían prohibido entrar a sus apartamentos en ruinas después del siniestro, dispusieran de una única y breve oportunidad de volver a sus hogares y recuperar algunas de sus pertenencias. Veinte minutos …
apenas veinte minutos fue el tiempo concedido para reunir y salvar de la inminente destrucción algunos trozos de sus registros de vida. Las precauciones que tomó la defensa civil no fueron exageradas en lo absoluto, como lo vendría a comprobar un segundo desmoronamiento, cinco días después. En ningún momento hubo preocupación alguna por efectuar un rescate más efectivo de las pertenencias de aquellos residentes. ¿ Podrían haberse apuntalado las columnas, como es común hacer en construcciones amenazadas de desmoronarse debido a impactos, terremotos, desgaste natural, tales como puentes importantes para el tránsito urbano, edificios históricos, iglesias o monumentos? ¿ Un apuntalamiento mínimo, capaz de garantizar la estabilidad al resto del edificio por, digamos, unas seis horas, tiempo suficiente para retirar de los apartamentos algunos objetos irremplazables? Sólo un ingeniero podría decir si existieron condiciones reales para sustentar el edificio por tantas horas; no obstante, ni siquiera se consideró tal opción; se pensó que para salvar algunos televisores y otros electrodomésticos, el esfuerzo y el costo no serían justificables. No se tuvo sensibilidad para percibir que, junto con los costosos bienes de consumo, el sepultamiento por la implosión se llevó consigo otro tipo de objetos y papeles: los acervos personales que, más allá de garantizar y registrar derechos, regulaban la existencia de