ISBN 0124-0854
N º 184 Febrero de 2012 que un filósofo, en la actualidad, observando esas mismas reglas no iguale los méritos de los antiguos: se agotan los filósofos, no la naturaleza. *
A menudo no salgo de casa durante ocho días y me siento satisfecho. Si semejante retiro me fuera impuesto, me sentiría muy afectado. Cuando reina un pensamiento libre, uno se mueve muy cómodamente en su ambiente. Pero donde las ideas se reprimen, hasta las ideas permitidas se muestran con timidez.
* Buenísima idea sería la de inventar una especie de catecismo o, para decirlo más precisamente, un plan de estudios que condujera a convertir a la mayoría de los hombres en una variedad de castores. No conozco animal mejor: sólo muerde cuando se lo quiere atrapar, es laborioso, respetuoso del matrimonio a más no poder, excelente artesano y posee una piel de primerísima calidad.
* Creo que una enorme cantidad de los espíritus más grandiosos que hayan existido, no leyó ni de lejos la mitad de lo que lee un supuesto sabio promedio de nuestra época, y sabía muchísimas menos cosas que él. Cuántos de nuestros sabios corrientes hubieran sido grandes hombres si no estuviesen tan informados.
* Nada contribuye más a la paz del alma que carecer en absoluto de opinión. Concede a tu
espíritu el hábito de la duda, y a tu corazón, el de la tolerancia.
* Para que las religiones sean estimadas por el gran público, es preciso que conserven algo del sabor fuerte y antiguo de la superstición. Situación enojosa: tomamos las precauciones más exageradas para evitar un accidente y éste se nos viene encima justamente a causa de esas precauciones; mostrándonos que si no hubiésemos sido precavidos, nada malo nos hubiera ocurrido. He presenciado cómo una persona hacía pedazos un valioso jarrón por intentar sacarlo del sitio en el que había permanecido tranquilamente desde hacía por lo menos seis meses, con el único fin de evitar que el jarrón fuera derribado por alguien“ sin querer”.
* La naturaleza ha proporcionado a los animales suficiente inteligencia para que se ocupen de su propia conservación, importante misión que llevan a cabo muy bien. A los hombres, en cambio, la naturaleza les proporcionó un recurso contra el miedo a la muerte, haciéndoles creer en la inmortalidad.
* La reverencia, generalmente irreflexiva, que se concede a las leyes antiguas, a las costumbres antiguas, a las religiones antiguas, es el origen de todos los males del mundo.
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