ISBN 0124-0854
N º 186 Abril de 2012
Aporte de Rafael Pombo a la literatura infantil colombiana
Beatriz Helena Robledo
T
res grandes maestros de las artes visuales, dos pintores y un ilustrador, han interpretado los Cuentos pintados de Rafael Pombo: Lorenzo Jaramillo y Antonio Caballero, pintores; e Ivar Da Coll, ilustrador. Muchos otros lo han hecho, pero estos— para mi gusto— son los mejores, porque son artistas y no solo dibujantes, y porque sus versiones nos hacen comprender precisamente el carácter estético, lúdico y divertido de este libro. Parece una afirmación bastante obvia para los tiempos que corren, pero deja de serlo cuando comprendemos que fueron escritos a mediados del siglo XIX por un poeta colombiano, romántico, conservador, católico e hijo de una ilustre y aristócrata familia. Colombia, en ese entonces, estaba sumida en guerras y revoluciones tratando de definir una identidad, lejos todavía de un proyecto moderno de nación, y, por tanto, la infancia no era considerada prioritaria y menos aun el tema de la literatura infantil.
Los niños se educaban, se adoctrinaban y se formaban para ser adultos buenos y correctos. Rafael Pombo no escapó a esta intención, como digno hijo de su tiempo. Pero su genio poético, su conocimiento del lenguaje y de la literatura y su interés por la niñez, lo pusieron en un terreno que le permitió ser visionario, adelantándose a los tiempos y prefigurando una noción literaria para la infancia que se resolvería en el país muchas décadas después.
Cuando Pombo escribió Cuentos pintados, vivía en Nueva York hacía once años. Llegó a la literatura infantil por azar y necesidad. Se había quedado sin su cargo diplomático, por desafiar al general Mosquera, al temperamental y contradictorio General, y, en lugar de devolverse a su tierra, prefirió quedarse viviendo de su pluma.