ISBN 0124-0854
N º 178 Julio de 2011 muchachos de bañadores aún empapados que acababan de salir del agua , incapaces quizá de soportar el gélido mar de otoño . En toda la costa no había un solo bañista metido en el agua . Había entrado derecho en el mar , sin echar una mirada atrás , confiado en que la muchacha lo seguiría con la vista .
Pero ahora ya no puede verlos . Se vuelve y el sol le da de cara , un sol que desciende más allá de los montes y está por ocultarse detrás de la colina donde se halla el mirador de la casa de reposo . El fulgor amarillo de los últimos rayos del astro poniente le hiere la vista , y el continuo vaivén de las aguas o la luz que recibe de frente le impiden distinguir con claridad cuanto se halla por debajo de la silueta del mirador en forma de quiosco de lo alto de la colina , las copas borrosas de los árboles que flanquean el camino costanero o el piso segundo de la casa de reposo , semejante a un barco . ¿ Estarán aún jugando al voleibol ?, se pregunta , pataleando en el agua .
Todo a su alrededor es oleaje blanco y rumor profundo de mar verde sombrío ; ni una sola barca de pesca . Se pone boca arriba , sostenido por las olas , y entre las crestas cenicientas distingue muy a lo lejos un punto negro ; mas cada vez que se hunde en el valle de una ola no ve siquiera la superficie , pues el agua es un talud negro más brillante que el satén . La contracción muscular es cada vez más intensa . Flotar boca arriba le permite friccionarse con la mano derecha el bulto duro del estómago , y
el dolor se atenúa . Al frente y por encima de su coronilla , a un costado , hay una nube como de pelusa ; el viento allá arriba debe de soplar con más fuerza .
Pero de nada le sirve flotar a merced del oleaje , suspendido un instante para caer al siguiente entre las crestas de las olas : ha de nadar hacia la orilla sin perder más tiempo . Vuelto a la posición normal , lanza las piernas con fuerza y logra superar el viento y las olas y adquirir cierta velocidad ; el estómago , aliviado apenas de su tensión , le duele de nuevo y esta vez el dolor es tan agudo , que siente la rigidez que le atenaza toda la parte derecha del abdomen . También siente cómo se hunde . Todo cuanto ve es el verde sombrío del mar , su extraordinaria nitidez , y la gran calma que sólo altera el rosario de burbujas apremiantes que él produce al respirar . Logra sacar la cabeza , parpadea para quitarse el agua de las pestañas . Aún no ve la línea de la costa . El sol ya se ha puesto y el cielo resplandece en tintes rosáceos sobre la colina que sube y baja . ¿ Estarán aún jugando al voleibol ? Y la muchacha , y aquel bañador rojo que es el origen de todo . Se hunde de nuevo y el dolor lo obliga a encoger el estómago . Da de inmediato un par de brazadas y cuando al fin logra tomar aire traga agua , una bocanada de agua de mar áspera y salada ; tose : es como si le clavasen agujas en el estómago . Tiene que ponerse de nuevo boca arriba , tumbado en el agua con los brazos y las piernas abiertos , y el