Agenda Cultural UdeA - Año 2011 JULIO | Página 12

ISBN 0124-0854
N º 178 Julio de 2011 rampante, y los extremos entre la pobreza y la riqueza más impresionantes, en una convivencia difícil de creer para nosotros: un rascacielos supermoderno digno de cualquier potencia mundial que conozcamos y, justo al frente o a su lado, una casita sencilla o un edificio de apartamentos de cuatro pisos descascarándose, con la ropa secándose al aire. Las bicicletas existen, pero se prefieren las motos; parecen hormiguitas en las grandes avenidas de Beijing o Shanghái. Y los carros no caben. La polución en la Plaza Roja casi no deja ver los techos de la Ciudad Prohibida.
Su arte merece un gran signo de admiración. Sus tintas, sus caligrafías, sus poemas, sus cerámicas son embelesadoras. Tienen razón al hablar de los Guerreros de Terracota de Xian, pero uno no puede perderse el Museo de Shanghái, con pinturas de metros de rollos de papel en tinta, o trabajos en jade o en bronce. Hacen falta ojos y tiempo, y solo logra uno entrever algo de esta cultura maravillosa.
¿ Y la medicina tradicional china?
A un grupo de médicos( occidentales) nos llevaron a una clínica de medicina tradicional china, en Beijing. Un médico de edad( supongo, pues es difícil calcularles la edad; allí falla el ojo clínico, por su fisonomía, sus gestos diferentes, etc.) nos da una conferencia en muy buen español, en la que nos explica que ambas medicinas se complementan, y que su medicina es mucho más útil para tratar la
hipertensión, las alergias, la dermatitis, el asma y el insomnio. Hace énfasis en esta complementariedad y muestra los diferentes puntos para digitopuntura y acupuntura. Da unos ejemplos de su semiología que, además, utilizo a mi regreso. Nos hacen a cada uno un masaje terapéutico(¡ maravilloso!) en los pies, y luego, otros tantos médicos chinos( mayores que el conferencista) con sus intérpretes, nos realizan una consulta gratis: el diagnóstico por el pulso.
Cada uno de nosotros miraba a su médico con asombro cuando preguntaba, diagnosticando, si sufríamos de hipertensión, diabetes o dolor en alguna articulación. Claro que el margen de equivocación para un grupo de personas cercanas a los cincuenta años y de hombres regordetes y rozagantes, pensándolo bien, no debió ser mucho.
Lo que no es gratis es el tratamiento: unas capsulas azules y blancas en un frasco del cual no se entiende nada: yerbas silvestres del Tíbet( específicas según la enfermedad). Cada frasco con un valor, si la memoria no me engaña, entre ciento cincue