ISBN 0124-0854
N º 183 Diciembre de 2011
Bajándose de la moto de nuevo en el embarcadero, vio un fajito de billetes en un charco. Una enorme sonrisa le infló los cachetes, le ensanchó las fosas nasales y le alargó los ojos. Secó los doce mil pesos con la camiseta de Aguardiente Néctar y los guardó en el bolsillo. Alegre, movió la cadera, siguiendo el ritmo del aturdidor vallenato que salía de un bar. Caminando hacia la lancha, la señora del puesto de venta del Baloto, que lo había visto recoger los billetes, le dijo:— Hoy es tu día, moreno. Aprovéchalo.
Escogió los números de la edad de sus hijos, la de él y la de Yanila.—¿ Seguro quiere cuatro números menores que nueve?— le dijo la del Baloto –. Eso le quita oportunidades; escójalos variaditos. – Si uno va a ganar, gana. ¿ Cuándo juega?— preguntó.— Hoy a las diez, por el canal RCN. Se acuerda de mí cuando gane, mi amor.
Primero salió el número de la edad de Yanila; luego la del bebé, el 01; luego la de Dalia, la mayor; la de Luz Mary, la de Didier y, cuando ya todos los vecinos apretados frente al único televisor del caserío estaban listos a gritar, salió la balota con el último número que faltaba,
que anunciaba que a sus 39 años, Paulino Lemus, del caserío Bagresito, a diez minutos por trocha de la vereda Vegandó, a una hora en lancha de Quibdó, se acababa de ganar 36.500 millones.
En quince minutos, la noticia ya se sabía en Vegandó.—¿ El marido de Yanila? ¿ El pescador? ¿ El de Bagresito? ¿ Y qué va a hacer ese negro con toda esa plata?
A las diez y media empezó la fiesta. No había ron en el caserío, pero hubo ron. No había comida, pero hubo comida. Y lo único que había, miseria, quedó olvidado en medio de un frenesí de locura que prometía durar hasta el lunes.
A las once pasadas llegó un gentío colosal de Vegandó, con un equipo de sonido de bafles enormes, mucho más aguardiente y ron, sillas y mesas plásticas y la carátula abollonada vacía de un sufragio, para proteger el Baloto. ― Porque si se pierde o se moja, nos jodemos todos ‖, dijo la señora que lo donó, quien había despojado de uno de los recuerdos al oratorio que le había hecho a su hijo mayor, asesinado hacía quince meses por las Farc.