ISBN 0124-0854
N º 163 Marzo 2010 melosidad es el principal ingrediente de su éxito taquillero─ y donde el cine es sólo el pretexto para la venta de un producto con sofisticadas extensiones para el marketing.
Es como si hubiera en algunos realizadores una ausencia de conocimiento profundo y por ende, de manejo, del lenguaje cinematográfico, una ignorancia supina sobre las potencialidades de una semiosis en la construcción del relato. Se recurre al exotismo y a la truculencia en el montaje, al plano gratuito cuando no al plano secuencia exagerado( el hecho de que algún crítico menor haya elevado a Arturo Ripstein a la categoría de maestro, ya es sintomático de la orfandad de verdaderos sabios en la realización). Si no hay un manejo y un control del lenguaje visual, no se puede logar una elocuencia ni una medida precisa de la retórica que ese lenguaje produzca, por ello la abundancia de balbuceos o de verborragias y redundancias en el cine actual. Es lo que puede estar ocurriendo con tantas películas que
circulan con ruido por los festivales y son fácilmente olvidadas sin apenas haber sido vistas, en el mejor de los casos; para el caso del llamado cine independiente. Pareciera que sus directores apenas hubiesen logrado consolidar el más básico de los niveles del lenguaje, el literal, el de una secuencia de planos básica donde se cuenta una trama desde y hasta su superficie. Las consecuencias podrían parecerse a aquella debacle griega o romana mencionada al inicio, donde una esencia del cine, la del ejercicio como verdadero arte de la humanidad pareciera desaparecer, para convertirse en un útil para el balbuceo, el baboseo y el afán de notoriedad de la mayoría de quienes lo ofician.
Este texto no pretende ser una minuciosa reflexión sobre la actualidad estética del séptimo arte, tan sólo es un esbozo rápido( por espacio y tiempo entre otras razones) de esa actualidad. Como ya lo han señalado en más de un artículo algunos críticos,“ el malestar en la cultura es ya una