ISBN 0124-0854
N º 167 Julio de 2010
a la nación colombiana. Para imaginar el origen y la raíz en el pasado de aquello que compartimos— ser colombianas y colombianos—, aun en medio de profundas diferencias, conflictos y desigualdades y actualizar los debates sobre el significado de los valores de justicia, equidad, libertad y democracia que son la base de la vida republicana.
Memoria y espectáculo
Michel Roy,“ Simon Bolivar: The South American Liberator”, True Comics 1, 1941, p. 56.
La celebración de las independencias en Hispanoamérica se inscribe en las conmemoraciones de las revoluciones políticas modernas que sacudieron a Estados Unidos y Francia a finales del siglo XVIII. Ahora nos toca el turno de festejar y, de nuevo, se plantea un debate sobre el significado de la revolución de independencia para nuestra sociedad. Se supone que esta es una oportunidad para el debate reposado sobre el pasado, el presente y el futuro de nuestra nación: la efeméride escenificaría una pedagogía cívica en la que la historia es la maestra de la ciudadanía colombiana. 1810 es un año que para Colombia, al igual que para Argentina, Venezuela, México y Chile, sirve como pretexto para volver sobre las imágenes del pasado, hacer memoria y recrear nuestra pertenencia
En un tono menos serio, la conmemoración de 1810 también significa espectáculo, clichés, souvenires y programas de televisión para recrear las hazañas de nuestra historia. Miramos, tocamos y escuchamos como público curioso y desprevenido. Y es acaso esta visión más pagana, más cotidiana y menos sesuda, la que más seduce nuestra imaginación. Hoy celebramos, nos divertimos y nos dejamos cautivar por las imágenes y el vértigo de la historia. El historiador Bernardo Tovar ha escrito que para construir la nación necesitamos un cielo patrio con fechas, héroes y batallas, así como una toponimia y unos monumentos que materialicen nuestra historia en pueblos, calles y plazas. En la historia, a través del tiempo, los muertos siguen presentes. Pero estos símbolos también están en los bolsillos, las calles, los salones de clase, los cementerios, el paisaje cotidiano de las ciudades, la televisión, las historietas y los álbumes de caramelos.