Agenda Cultural UdeA - Año 2010 JULIO | Page 29

Adenda
ISBN 0124-0854
N º 167 Julio de 2010
Se trató del segundo , definitivo y último amor para Manuela , el mismo que le deparó grandes sufrimientos , además de la histórica censura por la que es recordada la patriota quiteña . Después de Bolívar , no hubo otro amor en la vida de la mujer que no se ocultó para hacer lo demandado por su deseo . Por eso viajó al lado de Bolívar durante los ocho años que le restaban de vida a él . Manuela fue la mujer de la espera ; Bolívar , el hombre de la partida constante .
Tras despedirse del Libertador el 8 de mayo de 1830 , cuando él emprendió la ruta a Santa Marta , Manuela , quien un día fue su libertadora , soportó algo más que el decisivo adiós . La población se fue en su contra y la criticó sin consideración . El Libertador partió y con su despedida murió toda esperanza para Manuela .
A la separación obligada del hombre a quien amó y sirvió , siguieron para Manuela Sáenz las persecuciones , los procesos jurídicos , los encarcelamientos y el destierro inminente que la condujo en medio de exilios al lejano puerto de Paita . Allí la esperaban el Pacífico de aguas oscuras , las más de dos décadas que sobrevivió a Bolívar , en medio de un luto concluyente , la pobreza extrema que enfrentó vendiendo dulces y la “ fiebre ”, el mal que llegó al puerto en un barco ballenero los primeros días de noviembre de 1856 . marinero fue el portador del “ ardor ” de la peste cuyo sello era la difteria , enfermedad propagada con la fuerza de un huracán del que sólo se sabe cuando comienza .
El domingo 23 de noviembre de 1856 , al caer la tarde , Manuela Sáenz sucumbió . Nadie la lloró , las olas del mar que la vieron llegar escribieron un epitafio de agua y le dieron el adiós . Así se apagó la vida de quien fuera más de los viajes que de la casa , quien saboreó el amor sin correspondencia y por esta causa padeció el destierro . Así fue Manuela Sáenz Aizpuru ( Quito 1797 , Paita 1856 ), quiteña de tanto pasado , capaz de tanto presente .

Adenda

De las cenizas , postrera promesa de tiempo , brota despejado su recuerdo . Pienso en el por mí desconocido puerto de Paita e imagino su mar en calma , remoto , como a la espera de una carga de condenados venidos de un tiempo extraviado y pasado . Hago memoria de la mujer que lo atravesó para prenderse de su orilla de arena y no veo otro destino que retener lo aprendido y venido de los brazos del agua , a pocos días de la peste y las cenizas …
En el puerto nadie pensó que una mañana llegaría la muerte colectiva izada en el mástil de un barco . Un