ISBN 0124-0854
N º 162 Febrero 2010
Rasgos mafiosos en la cultura política
colombiana
Deicy Hurtado Galeano Catalina Tabares Ochoa
P
arece ser ya un rasgo normal del sistema político colombiano que sus actores protagónicos— gobernantes, congresistas, miembros de partidos políticos y élites económicas— tejan imbricadas relaciones con las distintas mafias, entre ellas las contra-estatales y las paraestatales, que controlan no sólo el negocio de las drogas y las armas, sino el de las mercancías que inundan los mercados formales e informales de nuestras ciudades, los juegos de azar y contratos de prestación de servicios de muy diversa índole, entre los cuales el del transporte es el más evidente, pero no el único. Tanto se han normalizado este tipo de relaciones, que gran parte de los colombianos ha asumido que
“ así funciona la política”, aunque otros se sienten hastiados con las innumerables piezas periodísticas sobre la“ Yidis-política” y las notarías, sobre las visitas indebidas de emisarios de la mafia al Palacio de Nariño, sobre las relaciones de un jefe seccional de fiscalía con la mafia, sobre los dineros de Agro Ingreso Seguro para financiar proyectos de personajes procesados por su vinculación con negocios ilícitos, sobre los crípticos sistemas de contratación entre Estado y empresas privadas. Y se sienten hastiados, no precisamente porque lo consideren repugnante o inmoral; bien lo expresó una vez un ciudadano de a pie cuando dijo:“ hasta la sopa del almuerzo los noticieros nos condimentan con una