ISBN 0124-0854
N º 162 Febrero 2010 de vida, acogiéndose a modestas, prudentes y discretas maneras sociales y formas de consumo propias de la clase media.
Pero algo más poderoso se fraguaba. Los procesos de democratización( definidos fundamentalmente por la Constitución de 1991) a partir de conceptos formados durante la radicalización de la clase media de unas décadas atrás tales como participación, autonomía, autogestión, diversidad cultural, etc., no dejaban de inquietar a una fracción de la élite tradicional que, por lo demás, no se había preparado para la globalización, pues fue en las regiones donde el narcotráfico, con sus acumulados en posesión de la tierra y experiencia militar se empezó a aliar con los políticos locales y regionales.
El cemento cultural y político del proceso social fue el nuevo esquema de guerra que desde 2002 prometía el regreso a la finca, típica arcadia de la clase media. Pero ese regreso a la finca, con capital y poder acumulado, se convierte en un asalto del campo a la ciudad, típico de los procesos de
derechización en América Latina, tal como lo ha demostrado José Luis Romero.
La ciudad es tomada por el urbanismo“ traqueto”, sus centros son abandonados por la clase media tradicional que es desplazada por los negocios ilegales y semilegales de la fracción de clase media en cuestión, con sus edificios posmodernos para el paseo y consumo popular, y los centros comerciales para lavar dólares y mezclarse con el resto de la clase, en una competencia de ostentación, donde las otras fracciones tratan de simular una sofisticación que nunca han tenido.
La movilidad social, proyectada desde los lejanos sesenta sobre el estudio, la disciplina, la dedicación al trabajo y la obediencia a los jefes, se encuentra en competencia con el dinero fácil, que puede tener asiento en códigos culturales arcaicos, como el de la débil ética del trabajo y el desprecio por el avance científico y tecnológico del viejo catolicismo peninsular en el que se formó la cultura colombiana. Y todo