ISBN 0124-0854
N º 172 Diciembre de 2010 estuvo hasta que un perro escuálido , llegado de la lluvia , fue a ladrarle , sin convicción , a la puerta del coche .
Embragó despacio , con los movimientos pesados de un sueño de las cavernas , y avanzó por el sendero , esforzándose en no pensar , en no dejar que la situación se le representase en el entendimiento . De un modo vago sabía que tendría que buscar a alguien que le ayudase . Pero ¿ quién podría ser ? No quería asustar a su mujer , pero no quedaba otro remedio . Quizá ella consiguiese descubrir la solución . Al menos no se sentiría tan desgraciadamente solo . Volvió a entrar en la ciudad , atento a los semáforos , sin movimientos bruscos en el asiento , como si quisiese apaciguar los poderes que le sujetaban . Eran más de las dos y el día había oscurecido mucho . Vio tres gasolineras , pero el coche no reaccionó . Todas tenían el letrero de “ agotada ”. A medida que penetraba en la ciudad , iba viendo automóviles abandonados en posiciones anormales , con los triángulos rojos colocados en la ventanilla de atrás , señal que en otras ocasiones sería de avería , pero que significaba , ahora , casi siempre , falta de gasolina . Dos veces vio grupos de hombres empujando automóviles encima de las aceras , con grandes gestos de irritación , bajo la lluvia que no había parado todavía .
Cuando finalmente llegó a la calle donde vivía , tuvo que imaginarse cómo iba a llamar a su mujer . Detuvo el coche enfrente del portal , desorientado , casi al borde de otra crisis nerviosa . Esperó que sucediese el milagro de que su mujer bajase por obra y merecimiento de su silenciosa llamada de socorro . Esperó muchos minutos , hasta que un niño curioso de la vecindad se aproximó y pudo pedirle , con el argumento de una moneda , que subiese al tercer piso y
dijese a la señora que allí vivía que su marido estaba abajo esperándola , en el coche . Que acudiese deprisa , que era muy urgente . El niño subió y bajó , dijo que la señora ya venía y se apartó corriendo , habiendo hecho el día .
La mujer bajó como siempre andaba en casa , ni siquiera se había acordado de coger un paraguas , y ahora estaba en el umbral , indecisa , desviando sin querer los ojos hacia una rata muerta en el bordillo de la acera , hacia la rata blanda , con el pelo erizado , dudando en cruzar la acera bajo la lluvia , un poco irritada contra el marido que la había hecho bajar sin motivo , cuando podía muy bien haber subido a decirle lo que quería . Pero el marido llamaba con gestos desde dentro del coche y ella se asustó y corrió . Puso la mano en el picaporte , precipitándose para huir de la lluvia , y cuando por fin abrió la puerta vio delante de su rostro la mano del marido abierta , empujándola sin tocarla . Porfió y quiso entrar , pero él le gritó que no , que era peligroso , y le contó lo que sucedía , mientras ella , inclinada , recibía en la espalda toda la lluvia que caía y el pelo se le desarreglaba y el horror le crispaba toda la cara . Y vio al marido , en aquel capullo caliente y empañado que lo aislaba del mundo , retorcerse entero en el asiento para salir del coche sin conseguirlo . Se atrevió a cogerlo por un brazo y tiró , incrédula , y tampoco pudo moverlo de allí . Como aquello era demasiado horrible para ser creído , se quedaron callados mirándose , hasta que ella pensó que su marido estaba loco y fingía no poder salir . Tenía que ir a llamar a alguien para que lo examinase , para llevarlo a donde se tratan las locuras . Cautelosamente , con muchas palabras , le dijo a su marido que esperase un poquito , que no tardaría , iba a buscar ayuda para que saliese , y así incluso podían comer juntos y ella