N º 155 Junio de 2009
ISBN 0124-0854
N º 155 Junio de 2009
El retrato , que recoge la imagen idealista del rebelde esperanzado , pasa por ser la fotografía más reproducida del siglo xx . Una reproducción que tiene su faceta culta en el Andy Warhol que la citó en una de sus más conocidas fotoserigrafías y una popular y mediática en camisetas , llaveros , carteles y demás productos con que la imaginería kitsch neutraliza festivamente cualquier imagen problemática surgida del arte o la política . Una intermedia , también realizada en Cuba por el artista Raúl Martínez , se apropia de la imagen ya citada por Warhol y propone una contra-apropiación donde el pop mismo resulta caricaturizado por la reproducción manual . Todas estas citas hablan de los procesos mediante los cuales símbolos encomiados y elevados a la categoría de dogmas por ideologías y programas acaban por ser mercancía y encarnación suprema del valor , aún después de que el arte llegue a bautizar artísticamente lo trivial . Como dijo Luis Camnitzer , Andy Warhol es el único artista que hizo de la torre de marfil una torre de plástico y volvió a convertir esa torre de plástico en una torre de marfil , haciendo ese camino de ida y vuelta que ningún otro artista , salvo Marcel Duchamp , ha podido transitar . Lo sorprendente es que a la apropiación culta y radical de la fotografía por parte del genio risueño del pop , un artista tercermundista responda citando irónicamente la cita , abriendo la imaginación fotográfica a un impensado laberinto de remisiones . De ahí que la imagen de Korda , aquel hombre que cambió su apellido para asemejarlo a la palabra Kodak , esté indefectiblemente unida , como imagen “ original ”, a una interminable capacidad de reproducción , que en lugar de anular su aura parece reafirmarla , bien en el tatuaje que se hacen el boxeador en el bajo vientre y el futbolista en el bíceps , bien en las múltiples citas visuales del arte posmoderno y la cultura de masas .
Es importante , pese a lo anterior , tratar de volver a ver la fotografía y desligarnos de su prolongada disponibilidad mediática para restituirle algo de poder , algo de esa eficacia comunicativa y estética que le fue alguna vez característica . Volver a mirarla por ella misma , desligándola de su contexto de uso , que ha acabado por privarla de sus datos iniciales . Volver a ver en ella los principios compositivos deudores de la tradición del retrato occidental . Ver en ella sólo el rostro , esa parte visible del alma , que , como dijo Levinas , es la que a la postre “ nos impide matar ”. Sea Cristo mirando desde la bóveda bizantina , sean los muertos de Al Fayum avistando nuestra intromisión desde las telas que envuelven sus despojos ; sea en las fotografías de los muertos amados que miran a un lugar que nunca advertimos , sea en cualquier anónimo gesto de alguien que mira a las estrellas o al infierno , las claves de la representación del rostro hablan de aquello que aún tenemos por sagrado : la mirada de alguien que , sabemos , ha visto algo que no es de este mundo .
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