ISBN 0124-0854
N º 149 Noviembre 2008 y al oficio, tanto de la investigación como de la docencia. Pero, además, hay algo que para mí resalta con brillo. Se trata de su capacidad de hacer fácil lo difícil, no sólo como científica social, sino también como maestra. Y más aún, que integre esa sencillez del conocimiento a la sencillez de su vida, siempre afable, dispuesta al servicio y discurriendo entre estudiantes, colegas y amigos y siempre haciendo lo mismo: esculpiendo opiniones, confrontando información. Por ello, su sencillez como persona no está asociada a la ingenuidad ni a la simpleza intelectual. Antes bien, incansable lectora de los libros, pero incansable investigadora del mundo real, como cualquier científica normal, siempre los ha puesto en duda a los dos como un científico extraordinario; en efecto, nos ha permitido a sus alumnos y colegas escudriñar en la literatura científica innovadora y leer la sociedad colombiana como un enigma, esas dos caras del conocimiento científico. De un lado, el conocimiento riguroso de la disciplina, de modo casi conservador; y, por el otro, la puesta en duda de lo conocido, de manera casi revolucionaria epistemológicamente. Por ello, además de ser una gran maestra de la ciencia acumulada, es también una inventora de hipótesis de investigación que ya han quedado agregadas a la historia de las ciencias sociales. Por ello son muy suyas, y al mismo tiempo productos de su esfuerzo investigador, hipótesis de trabajo investigativo como aquella que afirma que la convivencia entre el orden y el desorden, entre la institucionalidad y la informalidad, entre la legalidad y la ilegalidad son la impronta de nuestra cultura política, pero también de nuestras instituciones políticas. Y que, en consecuencia, no se puede identificar a la sociedad colombiana como una impresión de las instituciones ni a éstas como una prolongación de aquella.