ISBN 0124-0854
N º 141 Marzo 2008
Mejor dicho, que la institución educativa se descubra“ instituyente” por naturaleza, posibilitadora de transformación, de creación, de proyección humana y no como defensora de lo instituido, de lo existente. Parecería que se está traicionando en doble forma: contradiciendo el propio sentido de universalidad y desconociendo la razón de ser de la educación como esa mediación indispensable entre lo existente y lo siempre renovado.
Si hacemos un repaso a vuelo de pájaro por las funciones que han caracterizado a la universidad, podemos reconocer tres: la primera, que le dio origen y que la filosofía alemana del siglo XIX fundamenta, la sitúa como guardiana de la ciencia, como depositaria de la verdad, como generadora de las leyes científicas que anudan a la sociedad y que, por ello mismo, legitiman a la misma universidad; su función es exponer el conjunto de conocimientos y hacer que aparezcan los principios al mismo tiempo que los fundamentos de todo saber. Ya en este siglo, sobre este mismo presupuesto especulativo de la
universidad, se monta su función política de emancipación, al afirmar que sólo a través del conocimiento pueden los pueblos lograr su liberación como humanidad, aspecto éste que en el contexto político encontró un eco desastroso en nuestros pueblos. Más recientemente, parecería que su función, siempre enmascarada en su fundamento científico y también amparada en su labor de servicio a la sociedad, se ha centrado en la producción en serie – literalmente, en el sentido industrial del término- de profesionales que suplan las necesidades del mercado laboral. Y, claro, en cualquiera de los tres casos la universidad ha perdido su legitimación: hoy ya no se concibe que el lenguaje de la ciencia sea un metalenguaje que dé cuenta de los demás, el discurso de la emancipación se ha desplazado a otras instancias de la vida social, y la producción de profesionales eficientes se pone enteramente en duda al reconocer que el desarrollo tecnológico e industrial, por un lado, y las mismas prácticas sociales, por el otro, van más rápido que la posibilidad de asimilación y adecuación de la universidad.