ISBN 0124-0854
N º 140 Febrero 2008
Ave, ¡ oh vulgo!
¡ El Medellín topográfico y étnico por sus arrabales e inmediaciones! En ellos está lo pintoresco del paisaje y de las costumbres; en ellos, la nota castiza de nuestro carácter y de nuestras condiciones ambientes. Que es siempre en el pueblo y no en las clases cultas donde radica el factor diferencial que deslinda una comarca de las restantes, una nación de todas las otras naciones.
En los arrabales, más que en parte alguna, se oyen, claras y distintas, las voces de la vida. Todo ese orden de cosas, más o menos artificiosas y contrahechas, que constituyen la sociedad urbana y civilizada, desaparece en el suburbio. Allí se vive sin disfraces; como la vida resulte; se vive naturalmente, espontáneamente. En esos lugares, que no son ni campo ni ciudad, habitan, por lo general, los pobres, los oscuros, y a veces hasta los humildes. De aquí el que haya en todo ambiente arrabalero mucho descanso, y mucha libertad, y, por ende, facilidad para la vida. Nada puede resultar inconveniente donde no hay convenciones; nada disonante, donde no hay compases; nada fuera de nota, donde no se conoce el pentagrama. Allí canta
Tomás Carrasquilla
la vida con el ritmo natural; como canta el turpial o croaja la lechuza.
En este vivir no aprendido, sus manifestaciones tienen que ser francas, genuinas, y, por tanto, verdaderas. Por esto y por estar todo junto en la barriada, como en mundo pequeño, es medio propicio para estudiar la humanidad en sus condiciones esenciales, lo mismo que para sentir la belleza y poesía de la vida y apreciar su significado. Donde no hay velos que encubran, ni fórmulas que confundan, ni apariencias que engañen, mal puede dificultarse el conocimiento.
Todo, en estos medios populares, tiene interés para el sociólogo y hasta para el simple observador; todo en ellos es prueba irrecusable, en el eterno proceso de la humanidad. Sabido es que para todo fallo o juicio hay que oír las partes; que para conocer en cualquier asunto hay que estudiarlo por todas sus fases positivas o negativas. Si no conocemos el pueblo no podremos comprender las selecciones que de él resulten. Bella e interesante es la fuente cantarina que salta en un jardín; mas, para valorarla, hay que tener en cuenta el peñasco de la sierra de donde toma el agua. La seda nos deslumbra y