Agenda Cultural UdeA - Año 2008 AGOSTO | Page 14

ISBN 0124-0854
N º 146 Agosto 2008

La silla, artefacto desustanciado

Antonio Bustamante Serrano
Este breve texto( tomado del libro titulado Sentarse como Dios manda. Ergonomía en la vida diaria), entrega, en medio de la abundancia de discursos sobre el sedentarismo, una breve mirada a los usos y manejos de la silla, el trono por excelencia de los“ quietos”.
Según la hipótesis aquí expuesta, la sedestación en forma de cuatro aparece en el Neolítico y se consolida en las civilizaciones agrícolas de épocas ya históricas. Su enorme prestigio lo debe al hecho de que, en sus orígenes, la sedestación en silla era patrimonio exclusivo de poderosos. Pero hay que matizar qué entendían los antiguos egipcios por“ sentarse en forma de cuatro”, ya que incluso la escultura egipcia, que representa a la gente en posturas del cuerpo que parecen imposibles, posturas rígidas, hieráticas, al representar el cuerpo humano sentado, no lo reduce a ángulos rectos, como podría esperarse de ese arte casi cubista. En efecto, el ángulo de la pierna y el muslo de los dioses y faraones suele ser de más 90 °, es decir, que el ángulo del muslo con la horizontal es con caída hacia delante.
La postura fetal es muy funcional, es una postura conveniente para el feto que, de otro
modo, no cabría en el útero. Pero desde que nace, el niño comienza una evolución destinada a ponerse en posición erguida. Empieza reptando, arrastrando la barriga como una lagartija, para seguir andando a cuatro patas y acabar en la bipedestación característica de la postura humana, andando como Dios manda, como ha de ser.
La inclinación del asiento con caída hacia atrás es un cambio que induce en el sedente una postura cada vez más parecida a la del feto, cada vez más retrógrada desde un punto de vista ontogenético. En la actualidad, la mayoría de las sillas inducen un ángulo del muslo con la horizontal, con caída hacia atrás. Con ese ángulo es difícil mantener sanamente la postura del faraón y su prestancia. La postura sedente ha mantenido el prestigio de cuando el faraón Ramsés mandaba en Egipto, pero ha perdido un par de rasgos de calidad de su