ISBN 0124-0854
N º 136 Septiembre de 2007
La modernización“ alla turca” significó una ruptura en el tiempo donde pasado y futuro se han distinguido uno del otro, y el último valorado a expensas del primero. Hoy en
El otro camino a lo largo del cual el amor y el placer se reverenciaron en los países musulmanes fue por la vía de los Sufíes. Para los derviches, como dijo Ibu Arabi, no había religión más sublime que la del amor. La mística islámica“ seguiría la religión del amor, por cualquier camino que tomara su camello”.
Una mezquita selyúcida
Turquía, en aras de producir un“ arte intelectual”, las antiguas fuentes de narración eróticas han sido erradicadas de la literatura en general, y del género de la novela en particular. Siendo el más joven de todos los géneros literarios en los países musulmanes, casi siempre la novela ha asumido su papel como la voz de la burguesía, justo en un momento en que existe una burguesía musulmana mínima, y ha sido, además, el vehículo para la occidentalización y la modernización. De ahí que desde el comienzo los novelistas se hayan separado de las narraciones orientales tradicionales de erotismo.
De manera significativa, fue en contra de esta cultura que las nociones de cielo e infierno, virtud y pecado, perdieron su significado. Como dijo Omar Khayyam:“ El infierno es una chispa de nuestro dolor infructuoso, el cielo un respiro de nuestros tiempos de alegría”. La exaltación Sufí del amor, en contravía de las enseñanzas de los ortodoxos, resonó con historias perdurables de amor, profundamente enraizadas en las culturas del Medio Oriente tales como los cuentos de“ Layla y Majnun”,“ Salaman y Absal”,“ La polilla y la vela”,“ El ruiseñor y la rosa” y especialmente,“ Yusuf y Zulaikha”.
Cuando era niña experimenté, de primera mano, dos lecturas diferentes del Islam. Como hija de una madre soltera, hubo momentos en que crecí con dos abuelas diferentes. A primera vista estas mujeres eran bastante parecidas: ambas turcas, venían de clases sociales similares y eran musulmanas. La madre de mi padre era una seguidora de la religión del miedo. La faceta Jalal de Alá le llamaba la atención más que cualquier cosa. Ella me enseñó sobre la mirada patriarcal,