ISBN 0124-0854
N º 133 junio de 2007 ese taller donde él ya estaba . Cuando entramos , vi por primera vez al Mario Escobar de carne y huesos que años atrás había visto cuando ganó el Premio Nacional de la revista Vivencias , y cuya imagen de Tarzán en plena selva , pero con revólver en vez de cuchillo , publicada en un periódico de la ciudad , se me había fijado en la mente .
En ese momento el Maestro estaba dibujando con una tiza un enorme árbol en el tablero , para explicar lo que según él es la estructura de la novela , un árbol con ramas ( historias secundarias ), con varios personajes , análisis minucioso de asuntos y situaciones , desembocando todo , como en el árbol , en el tronco central . Para él la novela es pues análisis , y casi siempre que una novela falla es porque le falta algo . Cuando yo vi ese esquema comprendí que era lo que yo estaba buscando desde mis quince años , cuando en mi barrio , siendo apenas un muchacho de liceo , sentí un fuerte deseo de ser creador en cualquier cosa y empecé a preguntarme , “¿ cómo habrán hecho los que han logrado crear algo ? ¿ Cual será la clave de la creación ?” Pero en ese entonces no sabía qué tipo de creación quería , aunque todo indicaba que era en el ámbito literario porque escribía poemas y cartas de amor por encargo de mis amigos cuando peleaban con la novia , ya que
yo era incapaz de conseguirme una debido a lo tímido que era y a lo acomplejado que vivía con mi nariz aguileña .
Al terminar el taller tomamos tinto en la cafetería de Comunicaciones , me le presenté y le dije que era Ingeniero Químico , profesor del Instituto de Química , y que desde mis quince años buscaba la clave de la creación y que ya la había hallado con el modelo del árbol en su taller esa mañana . No fue más lo que le dije al Maestro aquella remota mañana de miércoles de la cual ya nada más recuerdo .
Eso fue suficiente para que el maestro Mario me aceptara en su Taller de Escritores y me brindara su incondicional y generosa amistad , a tal punto que soy uno de los no muchos privilegiados que podía ir a visitarlo cuando quisiera , con tal de que le avisara previamente . Fui siempre bien llegado a sus refugios de Santa Helena , el primero cerca al sitio Sajonia , y el último , el actual donde reposan sus cenizas , adelante del aeropuerto José María Córdova en Rionegro .
Una sesión antes de terminar el Taller , le llevé mi primer cuento , escrito bajo su concepción del cuento , aunque por entonces él no exigía escribir uno durante el Taller . Mi sorpresa fue grande cuando dedicó la última sesión a