Agenda Cultural UdeA - Año 2007 JULIO | Page 28

ISBN 0124-0854
N º 134 julio de 2007 puerta y que el interior de las casas inglesas, decoradas a la inglesa, hace que, a pesar de todo, nos guste más vivir en una casa francesa.
Así pues, París va a ver plantar este cuerno, rival de la horrorosa flecha con la que se ha rematado la catedral de Rouen, y que estropea todo el horizonte del extraordinario valle normando.
¿ No se podría haber hecho otra cosa con el dinero destinado a esa chatarra? ¿ Un monumento, como el Hotel de Ville, por ejemplo, que es de un bello estilo Reminiscencia, no habría quedado bien en lugar de las cuatro paredes del Patio de los Condes? Pero se trata de la Exposición universal, o más bien se trata de recibir dignamente en nuestra casa a los extranjeros que invitamos, que nos harán el honor y el placer de venir.
Ahora bien, el primer deber de la cortesía, antes de dejarles franquear los muros de París, ¿ no debería consistir sencillamente en desinfectar la ciudad?
Burgueses de París, son ustedes unas valientes personas muy tranquilas, como se dice en cierto mundo, a menos que no hayan perdido el sentido del olfato, lo que es todavía posible. Se amotinan por unos animales, hacen revoluciones por unas palabras vacías, y bien, si tuvieran únicamente nariz, harían un
pequeño motín, o incluso una buena revolución, contra los sucios ingenieros, diputados o consejeros municipales que los envenenan todo el verano haciendo inhabitables sus calles. ¡ Cómo! ¿ No lo sienten? Pero el corazón sube a los labios cuando se entra en París, tras un paseo al Bosque, en las suaves tardes de primavera. A partir de los Campos Elíseos comienza la infección, y cuando a continuación se entra en el centro de la ciudad, eso se convierte en tal peste que uno está obligado a encerrarse en su habitación para quemar azúcar o agua de Colonia.
Pues ustedes tienen, valientes personas que no sienten nada, bajo cada calle, un río donde se vierten sin cesar, no solamente las aguas de alcantarilla, sino también... lo que los señores ingenieros llaman“ el líquido”— y es“ ese líquido”, que se siente de ese modo, que perfuma sus vías y sus casas. Cada boca de alcantarillas es el recipiente de donde sale ese incienso nocturno, tan bien reconocible por su olor especial, que se puede distinguir sin ser químico. Yo sé bien que se les quiere hacer creer que esa fragancia tan particular procede únicamente de los cultivos de jardín de los alrededores de París, abonados con el producto de sus casas.
No lo crean, parisinos, metan la nariz en sus alcantarillas, durante las bellas tardes donde florecen las rosas en los jardines... y cuelguen a sus ingenieros y ediles...