ISBN 0124-0854
N º 134 julio de 2007 evitarlas, era y sigue siendo su lema. Aunque también tenía claro que en la calle hay peleas que no se pueden evitar, que hay que darlas por simple gaje de sobrevivencia; razón por la cual para un gamín siempre será preciso mantener un cuchillo dispuesto en la pretina.
La vida le cambiaría a Cristian cuando conoció a Ciudad Don Bosco, organización de la comunidad salesiana de vieja data en Colombia, cuya misión es precisamente esa: cambiarles la vida a los niños de la calle. Lo llevaron a El Patio, el lugar que esta institución tiene en el centro de Medellín para acoger y atender transitoriamente a los menores de la calle.
¿ Cómo llegó allí? Porque los de Bienestar Familiar lo pillaron por segunda vez. Al examinarlo le encontraron un grado avanzado de desnutrición, pero, como cosa rara, poca afección al uso de marihuana y cero adicción al pegante. No los consumía, nunca le gustaron.
Los primeros días en El Patio los pasó asustado, a la defensiva. Después se relajó, encontró amable el lugar y se consideró bien tratado. Así que decidió quedarse, ajeno a las invitaciones de los niños seminternos, los que sólo iban en el día y salían a pasar la noche afuera, en la calle. No se las aceptó, así lo llamaran“ Cristian gallina”.
En El Patio evaluaron bien su comportamiento y lo trasladaron a la sede principal de Ciudad Don Bosco, en el barrio Aures, a continuar la segunda etapa del proceso: estudiar los años que le faltaban de escuela, seguir con el bachillerato y por último prepararse para un oficio. Y en esas cumplió cinco años, ya está en noveno y empezó a estudiar en los talleres de artes gráficas.
También en esas descubrió la música, arte para el cual— dicen sus maestros— Cristian tiene un don especial, que ni él mismo sabía que tenía. Su amor por la guitarra empezó tan pronto el profesor le puso una en sus manos, en la clase de estética. También aprendió a tocar piano. O mejor, le tocó aprender a tocarlo para no quedarse por fuera de la orquesta de la institución, integrada por profesores y alumnos, que necesitaba un pianista, no un guitarrista.
Y algo muy importante: los fines de semana empezó a visitar a su madre, que todavía vive en el mismo rancho de Altos de la Cruz. Eso sí, más organizado, por lo menos con nevera y comida adentro. En realidad fue su madre quien lo buscó a él, cuando ella se cambió de religión. La encontró convertida en Testigo de Jehová, de las que salen de casa en casa a explicar la Biblia. Lo otro que encontró fueron dos hermanitas nuevas, conseguidas por su madre cuando todavía no era Testigo de Jehová y se emborrachaba con señores.