Agenda Cultural UdeA - Año 2007 DICIEMBRE | Page 28

ISBN 0124-0854
N º 139 Diciembre de 2007 también respeto y aceptación total del otro ser. Mi amigo me devolvió hasta el último céntimo de las sumas de estimación y confianza que yo había suscrito a su nombre, y me lo probó con su muerte. Los dones diversos que poseía Conrad le hubieran permitido mejor que a mí salir bien parado en condiciones menos desoladoras que la revolución y la guerra; Yo me había embarcado únicamente por él en aquel embrollo báltico, cuando todas las probabilidades de triunfo se hallaban del lado siniestro; pronto quedó claro que él permanecía allí sólo por mi.
Sophie es el personaje femenino central de la obra, a quien las remembranzas de Eric resaltan su grandiosidad en la desgracia que también comparte. Esta filigrana de pasiones que se va tejiendo y destejiendo entre Eric y Sophie, Yourcenar la anuncia en el prólogo que hace a El tiro de gracia, en 1962:
“[…] esa intimidad o ese parecido más fuerte que los conflictos de la pasión carnal o de vasallaje político, más fuerte incluso que los rencores del deseo frustrado o de la vanidad herida, ese lazo fraternal tan apretado que los une hagan lo que hagan y que explica la hondura misma de sus heridas. En el punto al que han llegado, importa poco cual de esas dos personas da o recibe la muerte. Poco importa incluso que se hayan aborrecido o amado.
Es Eric Von Lhomond, de 40 años ya, herido, esperando el tren que lo devolvería a Alemania, en la cantina de la estación de Pisa, y en presencia de unos indiferentes testigos de paso, quien va evocando, entre remordimientos y culpas, experiencias vividas en compañía de Sophie, intentando resolver interrogantes sobre la enigmática y secreta aventura humana femenina, sobre sus propios encuentros y desencuentros con el terrible amor y sus acentos placenteros, siempre oscilantes y sin tregua, entre la ternura y la crueldad. ¿ Por qué se enamorarán las mujeres— se pregunta Eric— precisamente de los hombres que no les son destinados, sin dejarles más opción que la de cambiar de naturaleza o aborrecerlas? A continuación encontramos algunos párrafos elocuentes que nos hablan de Eric y Sophie:
Era evidente que, con sólo dos años de guerra, no bastaba para que se hubiera modificado hasta tal punto cada rasgo de su rostro en el sentido de la obcecación y de lo trágico. Bien era verdad que, a la edad en que las muchachas frecuentan los bailes de sociedad, ella había padecido los horrores del tiroteo, de los relatos de violaciones y torturas, hambre en ocasiones, angustia siempre … y el esfuerzo que había tenido que hacer para acostumbrarse a unos espectáculos tan diferentes de sus sueños de