ISBN 0124-0854
N º 139 Diciembre de 2007
Antígona o la elección
Marguerite Yourcenar
¿ Qué dice el mediodía profundo?
El odio se cierne sobre Tebas como un espantoso sol Desde que murió la Esfinge, la innoble ciudad no tiene secretos: todo acaece de día. La sombra baja a ras de las casas, al pie de los árboles, como el agua insípida al fondo de las cisternas: las habitaciones ya no son pozos de oscuridad, almacenes de frescor.
Los transeúntes parecen sonámbulos de una interminable noche blanca. Yocasta se ha estrangulado para no ver el sol La gente duerme de día, ama de día. Los durmientes acostados al aire libre parecen suicidas; los amantes son como perros que copulan al sol Los corazones están tan secos como los campos; el corazón del nuevo rey está tan
seco como la roca. Tanta sequedad llama a la sangre. El odio infecta las almas; las radiografías del sol roen las conciencias sin reducir su cáncer. Edipo se ha quedado ciego de tanto manipular esos rayos oscuros. Sólo Antígona soporta las flechas que dispara la lámpara de arco de Apolo, como si el dolor le sirviera de gafas oscuras. Abandona aquella ciudad de arcilla cocida al fuego, donde los rostros endurecidos se hallan modelados con la tierra de las tumbas. Acompaña a Edipo fuera de la ciudad cuyas puertas, abiertas de par en par, parecen vomitarlo. Guía por los caminos del exilio al padre que es, al mismo tiempo, su trágico hermano mayor: bendice la venturosa culpa que lo arrojó sobre Yocasta, como si el incesto con la madre no hubiera sido para él sino una manera de engendrar una hermana. No descansará hasta verlo reposar en una noche más definitiva que la ceguera humana, acostado en el lecho de las Furias que se transforman inmediatamente en diosas protectoras, pues todo dolor al que uno se abandona acaba por convertirse en serenidad. Rechaza la limosna de Teseo, que le ofrece vestidos, ropa blanca y un sitio en el coche público, para volver a Tebas; regresa a pie a la ciudad, que convierte en crimen lo que sólo es un desastre, en exilio lo que no es sino una