ISBN 0124-0854
N º 135 agosto de 2007
Fuera de estos ejemplos, sin duda alguna que muchas otras labores pueden y deben realizarse dentro de esta empresa. Los principios que aceptamos defender dentro de las normas del Estado de Derecho, dentro de la institucionalidad, a la vista de todos, son los que emergen de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo aniversario celebramos ayer y de todos los tratados internacionales suscritos por Colombia, al igual que de la Constitución Nacional y de todas las leyes que consagran garantías para la salvaguardia de la dignidad humana.
Conscientes como somos de la abundancia de esas normas protectoras, deberemos velar por su aplicación y su eficacia. Esta labor implica relación con todas las organizaciones serias y respetables que, dentro o fuera del país, laboran en procura de idénticos propósitos. Jurídicamente actuamos como Capítulo Regional del Comité Nacional Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos cuya sede es Bogotá, y nuestro campo espacial de actividades es el departamento de Antioquia.
Esas serían, a grandes rasgos, las orientaciones del trabajo comunitario que pretendemos seguir realizando, conscientes de las grandes, explicables y convenientes diferencias de todo orden que pueden existir entre todos los adherentes a esta empresa. Pero, al mismo tiempo, seguros de que empezando por practicar entre nosotros
mismos nuestro credo de respeto por el otro, podremos adelantar nuestra labor que beneficia a todos por igual, con el Estado y la Democracia a la cabeza de los menos favorecidos.
Para terminar, convocamos a esta empresa de salvamento colectivo a todos cuantos sean capaces de reconocer que el único enemigo es aquel con quien no podemos ejercitar la sublimación de la palabra y su fuerza regeneradora, su poder revivificante, es aquel con quien no podemos dialogar. Pero no basta con reconocer a este único enemigo; quienes acepten nuestro fervoroso llamamiento deben estar dispuestos a aceptar que ese único enemigo también tiene derechos que no pueden ser atropellados porque emergen de su dignidad como persona humana, así la atrocidad de sus comportamientos parecieran denotar su afán enceguecido por renunciar a esa elevada dignidad.
* Luis Fernando Vélez Vélez( Salgar, 1944- Medellín, 1987). Abogado, antropólogo, teólogo y activista de los derechos humanos.
Las palabras aquí transcritas fueron pronunciadas el 11 de diciembre de 1987 durante la asamblea de reconstitución del Capítulo de Antioquia del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos, en el Salón de sesiones del Honorable Concejo Municipal de Medellín. A la siguiente semana fue asesinado.