ISBN 0124-0854
N º 135 agosto de 2007 en la década anterior por un grupo de ciudadanos que sintieron la necesidad de entregar honestamente sus mejores ánimos a la noble empresa de velar por el respeto de los derechos humanos, que no son nada diferente que el reconocimiento de los valores inherentes a la persona humana, espíritu y materia y a su trascendente dignidad.
Quienes iniciaron entre nosotros la lucha por la defensa de los derechos humanos, movidos por los imperativos políticos del momento, que ahora no son menos graves, señalaron claramente un camino, al final de cuya primera etapa los portaestandartes de la digna empresa encontraron el martirio.
Hoy estamos recogiendo, los abnegados sobrevivientes de esa primera meta y quienes posteriormente nos hemos unido a ellos, como un fervoroso homenaje a la memoria de los caídos, la bandera inmortalizada y purificada por su sangre. Ahora también consideramos como un imperativo ciudadano la defensa de los enaltecidos valores de la persona humana, ante el ataque fratricida de los fuegos cruzados, de los fanatismos y de las fuerzas inexplicables.
Tal vez lo único que nos identifica a todos los que convocamos este acto es el reconocimiento de la dignidad del hombre y la creencia irrenunciable en que esa dignidad, materializada en los derechos humanos, merece la más ahincada defensa colectiva, porque ella se torna en una verdadera defensa del género humano, en una defensa de la especie.
Sobre esa única identidad que convertimos en piedra angular de nuestra empresa, hemos ido tratando de decantar y de purificar otros principios y otras bases de organización y operación que deberían guiar, a nuestro juicio, la futura actividad del Capítulo que hoy estamos presentando nuevamente a la comunidad. Tal vez sería presuntuoso denominar“ principios filosóficos” a estos acuerdos generales sobre los cuales venimos trabajando. Ténganse simplemente como bases elementales de coincidencia,