ISBN 0124-0854
N º 131 Abril 2007 de ocasión se ha desdoblado en mundo que mira y mundo mirado. ¿ Y él, llamado también“ yo”, es decir, el señor Palomar? ¿ No es también él un fragmento de mundo que está mirando otro fragmento de mundo? O bien, dado que está el mundo de este lado y el mundo del otro lado de la ventana, tal vez el yo no sea sino la ventana a través de la cual el mundo mira al mundo. Para mirarse a sí mismo el mundo necesita los ojos( y las gafas) del señor Palomar.
Por lo tanto, no basta con que Palomar mire las cosas del lado de fuera y no del de dentro; de ahora en adelante las mirará con una mirada que venga desde fuera, no desde dentro de él. Trata de hacer de inmediato la experiencia: ahora no es él quien mira, sino el mundo de fuera que mira afuera. Establecido esto, gira la mirada en torno, esperando una transfiguración general. Pero no. El habitual gris cotidiano lo rodea. Hay que volver a estudiar todo desde el principio. Que sea el fuera quien mira el fuera no basta: de lo mirado es de donde ha de partir la trayectoria que lo liga a lo que mira.
De la muda extensión de las cosas debe partir una señal, un reclamo, un guiño: una cosa se separa de las otras con la intención de significar algo... ¿ qué? Ella misma, una cosa está contenta de ser mirada por las otras cosas sólo cuando se convence de significarse a sí
misma y nada más, en medio de las cosas que se significan a sí mismas y nada más.
Las ocasiones de este tipo no son desde luego frecuentes, pero antes o después han de presentarse: basta con esperar que se verifique una de esas afortunadas coincidencias en que el mundo quiere mirar y ser mirado en el mismo instante y que el señor Palomar pase justamente por allí. Es decir, el señor Palomar no debe siquiera esperar, porque estas cosas ocurren solamente cuando menos se lo espera uno.
“ El universo como espejo”
Al señor Palomar le hace padecer mucho su dificultad para relacionarse con el prójimo. Envidia a las personas que tienen el don de encontrar siempre la cosa justa qué decir, el modo justo de dirigirse a cada uno; que se sienten cómodas con quienquiera que se encuentren y que ponen cómodos a los demás; que moviéndose con ligereza entre las gentes perciben en seguida cuándo deben defenderse y tomar sus distancias y cuándo suscitar simpatía y confianza; que dan lo mejor de sí en la relación con los demás e incitan a los demás a dar lo mejor de sí; que saben de inmediato cómo valorar a una persona en relación con ellos y en términos absolutos.